Destapada la caja de Pandora electoral y abiertas las puertas de las instituciones a la extrema derecha, sufrimos esa verticalidad retrógrada que pretende fragmentar el calendario de reivindicaciones sociales y populares, en las que la defensa de la propia tierra, nos sigue llenando de la motivación necesaria para un renacer futuro. Villalar es un bastión a defender.
El neoliberalismo actual, y la potente carga ideológica reaccionaria que arrastra, intenta cada 23 de abril distorsionar el contenido histórico de una revolución adelantada dos siglos a su tiempo real; intoxicando el sentido de pertenencia comunitario e intentándolo atraer hacia un regionalismo inocuo al servicio de un proyecto capitalista más amplio, que desgarra estas tierras del interior peninsular en aras de la pervivencia del centralismo económico con base en la capital del reino y con tentáculos esparcidos en la periferia industrial y hostelera del estado español.
El nacionalismo hegemónico no guarda hilo alguno con la historia pues no lo necesita, sencillamente manipula y moldea a su antojo un relato a la medida del consumo dócil, alimentado por los medios de comunicación a su servicio; negando la diversidad social o la riqueza cultural presente, a pesar de todo, en cada rincón de la península Ibérica.
Tras ese velo injusto de provocación y manipulación ideológica continua al que está siendo sometido el pueblo trabajador en estas tierras de Castilla y de León, la derecha de hoy, al igual que la de ayer, condena al olvido las luchas populares del pasado. Aquellas revueltas, como la que nos ocupa, perviven en nuestra retina cinco siglos después, pues traspasaron un mero encaje territorial y hunden sus raíces en la participación, la justicia social o el federalismo primigenio.
Comunidades humanas, Comunidades libres, que en todos los planos vitales nos han legado las herramientas necesarias con las que transformar una realidad enfermiza basada en intereses concretos de quienes alzan la bandera de la guerra, sea de una manera directa o subliminal en todo el mundo, alcanzando una espiral que ataca los derechos humanos mas elementales y al medio natural que los sostiene.
El liberalismo económico es enemigo de los pueblos, de todos los pueblos del mundo, es enemigo de la clase trabajadora, es enemigo de la memoria, nada en la impunidad de la sangre, en el olvido de sus crímenes y en la extracción de los recursos comunes que nos conduce sin remisión a esa “papilla póstuma” que dejaremos como herencia, de seguir así, a las generaciones venideras.
Esto no se da solo en el plano de la economía global: la degradación de las Comunidades rurales de estas tierras es un hecho, la proliferación de lo “macro” sobre lo “común” se impone, y la única viabilidad real es la construir espacios de resistencia para frenar la gangrena que arrasa con los valores, la solidaridad o el apoyo mutuo. Valores inmensamente necesarios en estos oscuros tiempos de gobiernos reaccionarios y neofascistas.
Desde esta Confederación de sindicatos os invitamos a formar parte de esa resistencia imparable, sabiendo la responsabilidad que conlleva la decisión entre iguales en la superación de los conflictos. Nuestra aspiración es situar la economía al servicio de las personas, tal y como nos indica el orden natural de las cosas; impulsando la idea colectiva basada en un modelo productivo ético y humanista. No hay otra alternativa frente a la barbarie.