Charla-debate a cargo de Autónomxs. Breve repaso histórico y algunas reflexiones para un antifascismo de clase y combativo, hoy. El acto tendrá lugar a las 20.30h en el local sindical (C/ Juan Bravo, 10-12) dentro de los viernes anarquistas que organiza el Ateneo Libertario Gregorio Baticón.
Reflexiones sobre el antifascismo
¿Es el anti-fascismo algo puramente defensivo, que pretende organizar la auto-defensa frente a las agresiones fascistas? ¿O se plantea como una faceta de un movimiento revolucionario que se opone al sistema capitalista y al autoritarismo en general? ¿Qué entendemos por el «peligro fascista»? Son muchas las dudas que surgen en el debate sobre el anti-fascismo, y a veces parece que reina la confusión, o simplemente no se profundiza mucho en el campo del anti-fascismo… (tampoco pretendemos tener la verdad única sobre estas cuestiones).
Primero nos encontramos con el problema de definir el fascismo, de identificar al enemigo que tenemos enfrente. El diccionario nos dirá que el fascismo es el régimen instaurado por Mussolini y sus «camisas negras» en Italia en 1922, basado en el partido único y el corporativismo…, pero también se suele incluir al régimen franquista y al nacionalsocialismo de Hitler dentro del saco fascista. Podríamos decir, ampliando la definición un poco más, que el fascismo es un sistema político totalitario, un estado policial, una sociedad militarizada cuyos valores centrales son la nación o la patria, la «raza», familia, disciplina, honor, Dios, Iglesia, autoridad… en definitiva, una variante del capitalismo.
El papel histórico del fascismo se puede entender como el de una retaguardia del sistema capitalista en tiempos de crisis y como un arma para combatir los movimientos revolucionarios que amenazaron con acabar con el capital en los años 20 y 30. El actual sistema, el modelo de las «democracias» capitalistas liberales, no es estrictamente fascista. Sin embargo existen similitudes entre los dos sistemas, quizá muchas más similitudes que diferencias. Detrás de la máscara democrática se entrevé el talante autoritario de lo que se podría llamar la dictadura democrática. Esta fachada democrática es mantenida por el espectáculo de las elecciones cada 4 o 5 años y por una constitución que promete falsas libertades y derechos (la libertad de expresión, por ejemplo, o el derecho a la vivienda, etc.).
Así que las llamadas «democracias» y las dictaduras fascistas son meras formas del mismo poder; en unas la represión es más abierta, en otras más sutil, pero todas son sistemas donde el estado lo controla todo, donde la propiedad privada y el capital condicionan las vidas de la población, con toda la explotación y desigualdades sociales que esto conlleva. Si a estas conclusiones llegamos, ya no tiene sentido una lucha exclusivamente antifascista. El problema fundamental no son los 4 (ó 40, ó 400) rapados nazis como nos dice la prensa burguesa, aunque sí representan una amenaza física real a combatir, como han demostrado con sus agresiones, asesinatos, ataques con coktel molotov a centros sociales, locales alternativos etc. Detrás de estos nazis están los fascistas de traje (como Ynestrillas, Juan Peligro etc., etc.); estos a su vez tienen sus relaciones con las estructuras de poder (cuerpos represivos, ejército etc.). Los grupos fascistas cumplen un papel muy claro para el poder: el de hacer el trabajo sucio (limpieza de barrio-palizas a inmigrantes, prostitutas, okupas, etc., etc.) y así permiten que el sistema mantenga la fachada democrática. Quedarían mal demasiadas palizas, asesinatos, etc. por la policía, aunque los medios de comunicación y el sistema educativo, que están al servicio del poder, silenciasen casi por completo estas cosas (como es el caso por ejemplo de las torturas y asesinatos en las cárceles y comisarías).
Después, para completar la imagen democrática de Estado de Derecho, el Estado se puede permitir detener y encarcelar a algunos agentes suyos, fascistas y mercenarios como cabezas de turco.
A otro nivel los grupos fascistas cumplen el papel, como hemos observado antes, de combatir a los grupos subversivos que se oponen al Estado o representen un peligro para sus intereses (comunistas, anarquistas, independentistas etc.). Este es el papel fundamental que han ejercido grupos como los GAL, GANE, BVE, Bases Autónomas etc. Concretamente en Valencia la trama fascista ha sido compuesta por grupos de diversas tendencias como: Acción Radical (neo-nazi), Democrácia Nacional (electoralista), GAV y Vinatea (blaveros-regionalistas), sin olvidar la trama que dirige José Luis Roberto Navarro (director de Levantina Seguridad, de la Central Obrera Nacional-Sindicalista, de un colegio militar,…)
La lucha contra estos grupos puede llegar a absorber muchas de las energías del movimiento autónomo/libertario, sobre todo si el nivel de agresiones y enfrentamientos es muy alto, y se puede perder de vista el objetivo principal de atacar al sistema en sí. Al mismo tiempo le resulta muy fácil al Estado, mediante sus medios de comunicación, presentar enfrentamientos entre nazis y anti-fascistas o bien como «los dos extremos que se tocan», o bien como peleas entre tribus urbanas, punkis y rapados…
Son trampas que nos tienden. Para evitar caer en ellas, se tendría que entender la lucha anti-fascista, al igual que la lucha anti-represiva cuando el Estado nos encarcela, como una parte defensiva de una lucha más global, para atacar al sistema y acabar con el capitalismo y las jerarquías (y aquí diríamos que ojo con los grupos anti-fascistas autoritarios.) ¡Y que siga el debate!