Mitin pronunciado por una de nuestras compañeras el 23 de abril de 2018 a las 15.00 en el espacio confederal de Villalar 2018, sobre las energías de cambio y el cauce que están tomando.
Buenos días o tardes, no sé en qué franja horaria funcional os encontráis.
Soy Malhu, del Grupo Anarcosindicalista de Mujeres de CNT Valladolid y este año me toca dar el mitin del espacio confederal de Villalar.
No soy experta en mítines porque llegué tarde a la convocatoria para apuntarme al máster de la Universidad Juan Carlos I, así que me tendréis que perdonar. Aquí estoy con mis nervios.
Lo que tengo claro es que este mitin lo voy a dar de una manera diferente a la que estamos acostumbradas.
Como soy una persona de clase, de clase obrera, no me gusta ser más que nadie, no necesito alzar mi voz para que se me entienda y no quiero ni necesito imponer mi criterio.
Así que voy a dar mi pequeño mitin sentada, para que hasta la persona más pequeña que hoy nos acompañe se sienta cómoda con mis palabras.
Os invito a sentaros conmigo dentro de las posibilidades de cada una, para empezar a ejercer la igualdad desde ese punto. Sólo busco el acercamiento.
Pretendo hoy explicar el despertar que buscamos las mujeres, a través de todo el esfuerzo y todo el trabajo que a lo largo de mi vida me ha supuesto darme cuenta de que por el mero hecho de ser mujer ya era igual, sin necesidad de buscar equipararme a un referente masculino con el que medir mi valentía, mi valía o mi capacidad como ser humano.
Ha sido un proceso de deconstrucción de todos los roles que nos enseñan desde la infancia, de esa necesidad que tenemos de verbalizar la realidad y de cómo la vivimos las mujeres día tras día, ya que una vez que te pones unas gafas moradas, el mundo se ve de otra manera.
Voy a compartir una anécdota con vosotras.
Estaba el otro día con mi mejor amigo haciendo guerra de temazos. Consiste en elegir música de ayer y de hoy. De repente pone una canción de hace tiempo. Se da la vuelta y me dice: “Malhu, estas canciones; ahora mismo, sus letras no podríamos aceptarlas”. ¿Te das cuenta de lo que está diciendo? ¿Estamos exagerando?
Y la verdad es que nos dio por pensar, en qué hay de real en esa pregunta.
Me puse a hacer una cronología sobre el proceso de hacerse mujer, a lo largo de nuestro crecimiento como personas y lo voy a compartir con vosotras.
Porque nuestra historia comienza desde que a nuestra madre la dicen que va a tener una niña.
Os voy a leer un cuento que viene muy bien para explicar cómo nos educan a las niñas y a los niños en nuestros primeros años de vida, que es cuando se aprende todo.
Una mañana cualquiera…
La alarma molesta a Julia y a Pedro, que se acurrucan bajo las sábanas deseando que ese maldito despertador se rompa en mil pedazos y las deje tranquilas.
Enseguida oyen la voz de su padre.
“¡Venga chicas! Que volvemos a llegar tarde al cole”.
Los dos se levantan a cámara lenta y caminan como zombis a mear y a lavarse la cara. Desorientados y arrastrando los pies llegan a la mesa de la cocina donde su dulce papi les tiene preparado un apetitoso desayuno.
Cuando las chicas empiezan a dar el primer bocado, su madre, apresurada y vestida ya para ir a trabajar, les interrumpe.
“¡Aquí están mis campeonas! ¿Cómo habéis dormido esta noche?”.
Papá les dice, mientras les sirve el zumo: “Dad un beso a mamá que se tiene que ir corriendo al trabajo”.
Pronto estarán lo suficientemente despiertas para que algún cereal sea catapultado desde la cuchara de Julia a la cabeza de Pedro. Y empezará una batalla que siempre, o casi siempre, ¡GANA JULIA!
El padre, que había salido de la cocina, vuelve a entrar justo a tiempo para presenciar a Julia dando un sopapo a su hermano.
– Pero, Julia, ¿qué haces?
– Ha empezado él – grita Julia, viéndose a sí misma como una gran defensora de la justicia.
– Me da igual quién haya empezado. Y además no se pega y menos a un CHICO.
– Pero papá… – A Julia se le escapa una lagrimilla.
– ¿Y ahora te pones a llorar? ¿No eres ya una chica mayor? ¿Qué quieres, que en el cole te digan que pareces un chico?
Una vez que se calma el conflicto, ambas terminan de desayunar y se van a lavar los dientes. Cuando vuelven a la cocina su padre les tiene preparadas las cosas.
Acuérdate Julia de que tiene futbol hoy después de clase. Y tú, Pedro, tienes ballet.
– Yo también quiero jugar al futbol, papi – dice Pedro; llevaba todo el curso pidiendo lo mismo.
Su padre se agacha a su lado y le dice suavemente: – Cariño, las chicas que juegan al futbol son muy brutas, ya lo sabes… No queremos que hagan daño a nuestro principito, ¿verdad?
Pedro no se queda muy convencido, pero coge su bolsa con la ropa de ballet, su mochila rosa y se dirige a la puerta.
Julia le sigue, ya con su mochila azul a la espalda y su balón en la mano.
De verdad, ¿tenemos que invertir los roles para entender que las cosas no están bien planteadas de base?
Esto no es más que el inicio de toda una serie de cuestiones que, al final, van a conformar cómo seas tú el día de mañana. Somos la infancia que tuvimos.
Las dificultades sólo aumentan con los años. Empiezan cuando te salen dos granos paralelos en tu cuerpo o casi, ¡tetas!
Esos dos tremendos granos con los que la vida de niña prácticamente se acaba, y es ahí justo en ese momento donde empiezan a sexualizarnos y a convertirnos en algo que no somos.
Cuando iba a preparar este texto se me ocurrió preguntar a varias compas de cómo fue su experiencia cuando les bajó la regla…
Yo pensaba que era un trauma que sólo yo tenía. Me contaron sus historias y me sorprendieron muchísimo sus rubores.
Una de ellas se lo ocultó a su madre durante meses porque la frase “Hacerse mujer” le resultaba incómoda, la sexualizaba de tal manera y la relacionaba por otro lado con un mundo del que nadie la había hablado con naturalidad, que todo le parecía sucio, raro, feo…
Me confesó que nunca había hablado de esto. Si tuvierais la suerte de conocerla jamás pensaríais que pasó por algo así. Se fue sola a comprar algo para arreglar este asunto y así evitar dar explicaciones.
Qué duro sentirse mal con tu cuerpo. ¿No? Con eso de crecer y hacerte mayor “sin darte nadie un manual”.
Otra compa fue más atrevida y se lo contó a su madre, la cual salió al patio de vecinos y gritó “La niña se ha hecho mujer”, y ella, aparte de estar muerta de vergüenza no entendía ni sentía nada extraño, lo único que quería era cercanía e intimidad.
A otra compa la reprocharon ser un gasto más dentro de la economía familiar, como si esto hubiera sido una decisión suya.
O cuando se enteran en casa y escuchas “Ya tengo otra preparada” para abrirse de piernas con cualquiera. Esta era su tercera hija.
Y claro, esto es un no parar, porque te haces mayor, sí, y también te haces una guarra, o una estrecha, o llevas una falta muy corta y te tiras de ella para no llamar la atención.
Te tienes que ir en grupo a casa, a tener marcado en el móvil un número de emergencia por si te encuentras a un extraño en el portal.
O de repente debes de construir un camino alternativo a tu casa, donde tu amable ayuntamiento haya decidido poner más farolas.
En fin, un improperio de cuestiones a las que jamás te creías que tenías que verte enfrentada porque nadie te había contado que ser mujer era sinónimo de tener que ser valiente por naturaleza, a tener que aguantar ser cuestionada o que cualquiera tenga una opinión de ti, sobre tu capacidad de decisión o de tu cuerpo.
Por acortar, y poder llegar al punto fuerte, al feminismo, al feminismo de clase, sólo me queda hablar de esa capacidad que ha creído tener cualquiera sobre el cuestionamiento de todas y cada una de las cosas importantes para nosotras y que pertenecen a nuestra vida más íntima pero de la que todos pueden opinar.
– Con quién me beso.
– Por qué aborto.
– Por qué no soy madre.
– Con la edad que tengo.
– Ni casada.
Nadie se plantea si esta sociedad me ha dejado ser feliz de manera plena y autorealizarme, y no sentir que formaba parte del último escalafón social.
Nadie se plantea que no quiero porque no tengo
NI DIOS
NI AMO
NI MARIDO
NI PARTIDO
O simplemente porque no me da la gana, coño.
Explicando lo que nos ocurre desde el minuto uno de ser mujer, ahora vamos a contextualizar lo que ocurre en los tajos, en las asambleas, en los entornos políticos.
Se está viendo cómo la mujer trabajadora está siendo cada vez más consciente de la capacidad que tiene para luchar y marcar una visión feminista en la sociedad.
Esa energía de cambio hay que enfocarla organizándonos en los trabajos.
Mostrando nuestra valía en el sindicato, analizando y visualizando una perspectiva de género en un sindicato masculinizado, siendo capaces de luchar contra lo injusto de forma colectiva, a la vez que en el proceso cambiamos la forma de relacionarnos en los espacios comunes de pelea laboral.
Si se empieza a tomar consciencia de los cuidados compartidos, podemos avanzar no sólo las mujeres trabajadoras sino toda la sociedad hacia una nueva forma de entender las relaciones humanas, las relaciones en el trabajo, en el sindicato, en el hogar y en la sociedad.
Y por tanto, poder apostar por un presente y futuro mejor, mejores salarios, sanidad, pensiones, tiempo libre y militancia,… que nos da el poder que tenemos cuando nos organizamos, porque en la pelea aprendemos el significado del apoyo mutuo, de ser solidarias, aprendemos que en colectivo podemos con todo y podemos con todos.
Un ejemplo es que si eres ella y alguien te pregunta en un bar en el que estás al otro lado de la barra que quién es el dueño, es que ya de serie ha decidido que tú nunca tendrás la capacidad de dirigir un negocio, porque no hay un nombre en la retaguardia por si algo va mal. Si además en una huelga general feminista quieres cerrar, no se plantean que estás doblemente explotada por el mismo sistema que les respalda a ellos.
También en los curres masculinizados no se espera de ti que aportes, se espera más bien que ayudes, porque para que te respeten tienes que demostrar tu valía, no basta con que tengas el mismo título que ellos.
Tienes que demostrar lo que eres capaz de hacer. Un hombre llega y se integra. Nosotras tenemos que demostrar que no tenemos miedo de quedar como machos pirulos ni de que se nos rompa una uña, que no nos importa llegar tarde a nuestras tareas domésticas, y hasta hablamos de futbol si es necesario –aunque nos importe una mierda- con tal de sentirnos aceptadas.
Lo único que vale es ser uno de ellos… Sigues proponiendo sin descanso, sin escuchar sus desprecios hasta que al fin consigues que te traten como a uno más, con las consecuencias del desgaste que te ha producido llegar hasta ahí…
Esto es algo que pertenece a mi mundo laboral y por eso os hago partícipes de ello.
Contextualizando en los acontecimientos políticos recientes, la huelga general feminista se ha hecho desde abajo, desde la clase obrera y por la clase obrera. Nadie nos la ha impuesto, ha nacido desde la realidad, desde lo bonito.
Y estoy orgullosa de mis compañeros y compañeras, porque aquí hay compas que han perdido sus curres por ser coherentes con sus principios. Por tener valentía, buscar la igualdad y ponerle ganas para romperlo todo y ayudar a construirlo desde una base justa para todas.
He recuperado un trozo del comunicado de la huelga del 8 de marzo y quiero compartirlo con vosotras porque creo que refleja muy bien lo que sentimos.
Paramos porque nos están matando, paramos como respuesta a las violencias visibles e invisibles, las violencias sociales, físicas, psicológicas, sexuales, laborales, legales, políticas, económicas, institucionales, judiciales, mediáticas, simbólicas y verbales, experimentadas cada día por las mujeres en todos los rincones del mundo. Queremos que el 8M sea un día de reivindicación y lucha contra las violencias que sufren las mujeres, violencias que sufren las mujeres, violencias que cuestionan a la víctima y no a los violadores, violencias que nos hacen gritar que queremos ser libres y no valientes cuando paseamos por las calles, que no queremos sus piropos sino sus su respeto, que exigimos igual salario por igual trabajo, que no queremos ser siempre las más perjudicadas en las crisis capitalistas, al ser expulsadas del mercado laboral o al tener que aceptar contratos precarios a tiempo parcial y obligándonos a volver a casa a cuidar, realizando siempre nosotras los trabajos sobre los que sin ellos la vida no se sostiene.
Después de todo este rollo que os he metido, os vuelvo a preguntar: ¿Todavía os parece que estamos exagerando?
Si permitimos que se escuchen esas letras de canciones, lo que conseguimos es normalizar los tratos que recibimos.
No exageramos, esto es un aprendizaje que se debe empezar desde nosotras mismas aprendiendo a querernos más.
Y cuando nos vean unidas y que nos queremos, ¡chicas, el mundo es nuestro!
Creo que pensar en voz alta sirve. Sirve para hacer partícipe a todo el mundo de la realidad en la que vivimos y creo firmemente que no, no exageramos en nada.
Es imprescindible que recordemos, de ahora en adelante, hoy y siempre, que lo que no se nombra no existe.
Vamos a dejar de ocultar, no ya a las mujeres, sino a todas las realidades que hemos vivido, que vivimos y queremos dejar de vivir.
Nos vemos en las calles el 1 de mayo.
Salud, feminismo y libertad.
Que viva la lucha de las mujeres.
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