Tras este letargo lleno de silencio y bajo el halo negro de una pandemia mundial; de colapso de los servicios sociales; de ausencia total de cultura y de ocio; de presión total a un sistema sanitario siempre en proceso de privatización -atacado por las élites económicas-; de pérdidas humanas irreparables a lo largo y ancho de todo el globo; de libertades censuradas en toques de queda gubernamentales; de represión laboral sin parangón, pero, sobre todo, del noble ejemplo de la clase trabajadora, cuyas espaldas han soportado una situación desbordada a todos los niveles, ha llegado por fin la hora de despertar.
13 de noviembre
22.00 horas
Pero este ansiado despertar de todo lo que ha estado dormido durante este tiempo, no puede retornar sin enmendar la cadena de errores que nos conducen una y otra vez a situaciones regresivas en la vida de las personas, sino que debe servir para ser fuente de transformación hacia una sociedad más justa y libre. Impulsar un espacio en nuestro pueblo, bajo pilares tan humanistas como la autogestión, la solidaridad o la resistencia ante un mundo cada vez más asfixiante, nos invita, desde la conciencia y la firmeza, a la necesaria esperanza de que se puede gestionar la sociedad y los espacios vitales de los que formamos parte, desde una visión colectiva, natural y al margen del poder económico o político que impide cualquier proceso de emancipación social.
Si hace dos años denunciábamos la deriva hacia el consumo alienado que vivía la escena del rock a nivel estatal, dos años después seguimos haciendo lo mismo. La capacidad para impulsar un circuito alternativo como única vía con la que recuperar la dignidad para este sector cultural y laboral (que debe de ser compañero y parte de nuestras aspiraciones de cambio) es cada vez es más compleja. No solo se trata de escribir o de componer canciones de cariz rebelde para vivir de ellas, sino que esas palabras se tornen en realidad. Todo lo demás no deja de ser un engaño estético, que nos acerca a un mundo cada más individual y materialista, mientras vamos alejándonos de sentimientos tan necesarios para nuestra naturaleza como la empatía hacia los demás o el apoyo mutuo.
No queremos tampoco pasar por alto la nueva ola de nacionalismo de corte fascista que va oscureciendo a las personas, infiltrando sus tentáculos en unas instituciones cada vez más alejadas de la dura realidad. El discurso del odio se abre paso en nuestros barrios y en nuestros pueblos, de una manera sutil pero continuada, despertando en ellos un enfrentamiento ajeno entre vecinos que, irónicamente, sufren los mismos problemas de una manera despiadada. No hace falta que los hechos consumados les nieguen el mínimo raciocinio, pues el fascismo se nutre del egoísmo y, sobre todo, de la desesperanza en un sistema que cada vez excluye a más personas de su seno, mientras degrada nuestro espacio natural.
Dicho esto, nunca hay que olvidar que aquellos que tienen en su poder el control de la economía y de los medios de producción y, por ende, parte de la vida y del sustento de las personas, son los mismos que financian este tipo de organizaciones (al margen de los derechos humanos), con la única finalidad de dividir, encasillar y demoler sin remisión todas las aspiraciones revolucionarias de la fragmentada y casi derrotada clase trabajadora.
Por lo tanto, no llamamos a acudir a un concierto más, que también, sino a que al margen de los músicos que apuntalen en el escenario nuestro discurso antifascista y profundamente libertario, sea la propia iniciativa de liberar un espacio de resistencia y de solidaridad, la que haga grande a este festival. Aquí no hay engaño posible: es un concierto que se organiza por nuestra gente y para nuestra gente. La única finalidad de todo esto es activar la cultura (degradada, si no exterminada en un mundo rural agonizante), la solidaridad y la asociación entre iguales, para poder enfrentar de una manera conjunta los problemas futuros y los retos globales que, de por sí, son aterradores.
Nuestra asamblea ha decidido no pedir apoyo a los establecimientos (la mayoría ligados al sector de la hostelería) que de una manera generosa colaboraron con la primera edición del certamen, pues entendemos que tras la situación vivida muchos de estos negocios se han visto abocados al cierre o al menos han visto su actividad mermada de una manera alarmante. Contaremos eso sí, con el apoyo decidido de iniciativas y organizaciones con quienes compartimos principios e ideas que, como hemos venido diciendo, hacen mover este festival. Además, una parte del coste de la entrada será donada (al igual hace dos años se hiciera con el pueblo de Fraguas en Guadalajara) a la Oficina Popular de Vivienda de Valladolid, proyecto contra la especulación que hace visible el negocio inmoral ligado a un derecho fundamental como es la vivienda.
Por todo ello, hacemos un llamamiento masivo a participar y a disfrutar de este festival. Agradecer a los grupos DEBAKLE, REPULSA SOCIAL, SIXTY NINE SOULS y al artista local MMoe23 su coherencia, su amistad y también, cómo no, su posicionamiento claro ante la vida en toda su inmensidad.
13 de noviembre
22.00 horas
Asamblea del grupo libertario Sendero Negredo.
Traspinedo, otoño de 2021.
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