Las gentes de la estiba están enfrentándose a los intentos de las multinacionales para exprimir su trabajo, así como a la complicidad del gobierno del Reino de España con dicho saqueo.
A fecha de hoy sigue en pie un preaviso de huelga, después de que el tejemaneje parlamentario haya sacado adelante el decreto de la estiba en segunda vuelta. Los medios de comunicación industriales -voz de su amo- pisan el acelerador a la hora de calumniar a estar personas por defender sus derechos, y los corrillos y charlas de bar contribuyen al contagio de esta propaganda antiobrera.
Frente a esta situación hay que saludar la iniciativa de Solidaridad Obrera – La Soli, órgano de expresión de la confederación regional de CNT en Cataluña y Baleares, al haber editado un monográfico en papel dedicado a la lucha en los puertos y a servir de altavoz a esos trabajadores y trabajadoras. Como presentación reproducimos a continuación dos de los testimonios que forman parte del monográfico.
Experiencia en la Estiba – Virginia Gallardo López, estibadora del puerto de Barcelona
Me llamo Virginia Gallardo, tengo 40 años y soy Estibadora. Entré al colectivo hace 14 años y ha sido una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida.
Tras terminar Bellas Artes anduve en varios trabajos pero mi hermana Patricia (un gran pilar en mi vida) que había entrado tres años antes a trabajar como estibadora, me abrió los ojos. Decidí empezar a prepararme y probar suerte en las próximas convocatorias, y así lo hice.
Publicaron un anuncio en ‘La Vanguardia’ (que todavía guardo con nostalgia) en el que pedían varios requisitos que, por mi previa preparación, ya tenía. Crucé los dedos, me presenté a los exámenes y tuve la suerte de ser une de les afortunades.
Yo no vengo de familia de Estibadores, sólo tenía a mi hermana allí, pero desde el primer momento mis compañeros se convirtieron en mi familia y a la par, yo una de elles. Había muy poquitas chicas… no recuerdo el número con exactitud, yo pertenecía a la tercera promoción de mujeres en el puerto y tras de mi hubo más. Actualmente somos poco más de cuarenta, teniendo en cuenta que nuestro colectivo en Barcelona ronda les mil doscientes estibadores.
Hicimos un largo curso. Muches aprendimos desde cero; profesionalidad, disponibilidad, responsabilidad, peligrosidad. Nos prepararon como soldados se preparan para la lucha y aprendimos mucho de los compañeros que ya no están. Los “puretas” (así llamamos a los compañeros más mayores que ahora están jubilados) nos trataban como los abuelos tratan a sus nietas; con cierta actitud paternalista y protectora por el mero hecho de que nosotras, al fin y al cabo, podíamos ser sus nietas o sus hijas, pero a la hora de “salir a precintar” eras tú la que se tenía que poner debajo de la grúa que sostenía un contenedor de muchas toneladas vigilando a la vez a los tres vancarristas que entraban a buscar los contenedores que ya habías precintado, fuera de día o de noche, diluviara o no.
Eso me hizo fuerte. Este trabajo, que sinceramente es una forma de vida me ha enseñado los tres lemas que tenemos: unidad, profesionalidad y disponibilidad. La unión y el compañerismo que tenemos les estibadores, por desgracia, no lo hay en otros colectivos y la verdad es que eso no se puede describir, hay que vivirlo. Actualmente soy madre, me levanto a las 6.30 de la mañana y a las 07.00 ya estoy en plaza. Dejo a mi hija con un canguro, pues no puede quedarse sola y si hay faena y me llega trabajaré de mañana o de tarde.
Las empresas hacen un pedido de gente. Tras un sorteo abierto que se realiza cada mañana para determinar el orden a servir el personal a las empresas, sale la contratación (de la mañana y la tarde), luego está la noche y la madrugada, componiendo así las 24 horas del día distribuidas en jornadas de trabajo de 6 horas. Sábados, Domingos, puentes, verano, Semana Santa, Navidad, SIEMPRE, porque el puerto no para, ni debe parar, los 365 días del año…
Tras saber si me llega a la mañana, llamo a la canguro, para avisarla de que a la tarde tendrá o no que volver. Por suerte, tengo padres que entienden de mi profesión y siempre están ahí, y un marido ejemplar que es una madre también cuando yo estoy trabajando.
Trabajamos a destajo, somos jornaleres y nuestros valores de profesionalidad y disponibilidad son fundamentales. Es un modus vivendi y nos ganamos el “jornal” a base de currar, a base de estar disponibles y a base de trabajar en equipo. Mis compañeres son personas muy cualificadas que saben lo que tienen que hacer en el momento que lo han de hacer. Son mis ojos cuando estoy de sobordista y mis manos cuando hay que poner o sacar pletinas y ganan lo mismo que yo. No me discriminan por el hecho de ser mujer. Me valoran como tal. En mi colectivo hay total igualdad salarial entre hombres y mujeres. También la hay a la hora de pedir concreción laboral para poder conciliar vida familiar en caso que se desee.
Hemos adquirido nuestros derechos laborales negociando con las empresas. El puerto es mi vida y mis compañeros son mi familia. El puerto no entiende de fechas, entiende de destajo, de descarga y carga de barcos, de explanadas, entiende del peligro que se corre y de lo que cuesta ganarse un jornal y sobretodo, el puerto sabe lo que es la dignidad laboral.
Remolcadores – Agustín Zapiraín, patrón remolcadores del puerto de Barcelona
Las actividades marítimas no pueden analizarse únicamente desde el punto de vista de unas personas que no conocen en forma directa el medio marino, y que ni siquiera consultan a los que lo conocen, en este caso son los profesionales que tripulan los barcos en cada una de sus categorías.
Desde el conocimiento práctico y más directo de los trabajadores, se transmiten y explican algunos hechos y realidades pertinentes con la debida profundidad, que únicamente quien vive el día a día de la profesión a bordo percibe desde un punto de vista adecuado, sin menoscabos ni simplificaciones.
Además de “estadísticas” – que lo mismo sirven para un banco que para un barco -, a las cuales no se les niega su importancia, si bien son fáciles de manipular, existen otras realidades más complejas que también participan en la viabilidad y supervivencia de los servicios portuarios.
El Servicio de remolque es una actividad muy peculiar, particular y específica. Los barcos no se comportan como fábricas o industrias, y su función no es meramente productiva en el sentido de prestar servicios ordinarios de remolque portuario y nada más; los remolcadores son buques que deben garantizar, en todo momento, la seguridad en el puerto y en sus inmediaciones.
Estamos en disposición y preparados para atender servicios de remolque y emergencias las veinticuatro horas del día y durante los trescientos sesenta y cinco días del año, en ocasiones con mal tiempo y asumiendo graves riesgos y alta responsabilidad. Nuestro puerto ha requerido de nuestros servicios en Incendios en instalaciones, buques y yates así como vertidos contaminantes al mar, asistencias de emergencia y salvamentos en alta mar.
Las tripulaciones y los barcos, estamos formadas, entrenadas, preparadas y dispuestas para cualquier contingencia, mediante ejercicios establecidos diariamente, siempre que el trabajo ordinario lo permita, y constantemente en estado de alerta y vigilancia.
Nuestra jornada laboral es de veinticuatro horas diarias en días alternos con veinticuatro horas de descanso mínimas entre dos jornadas de trabajo, hasta un total de ciento nueve guardias anuales, lo que hace un total de dos mil seiscientas dieciséis horas.
Durante las veinticuatro horas de guardia se descansa poco, de forma irregular y discontinua, estamos a la escucha de la actividad del puerto a través de los canales 12 y 11. La mayor parte del trabajo se realiza de forma imprevista y a cualquier hora, intensificándose durante la noche, presentando frecuentemente alto riesgo y asunción de alta responsabilidad.
Siempre se debe estar dispuesto y preparado a zarpar en cinco minutos para lo que haga falta.
Somos conocedores de cómo se están desarrollando estas jornadas en los diferentes puertos españoles, las cuales están vulnerando los derechos laborales y sociales de los tripulantes.
La pérdida de estos derechos crea un efecto mariposa laboral que acabará golpeándonos a todos.
En nuestro caso, plantaremos cara a quienes estén convirtiendo el transporte marítimo, el tráfico interior, los servicios marítimos y portuarios en un referente de precariedad y explotación laboral al amparo de la internacionalización y la competitividad, los navieros y armadores no pueden campar a sus anchas por encima de la legalidad y la dignidad de sus tripulantes.
Perder derechos laborales y sociales es como perder a un amigo, lo echas de menos cuando empiezas a darte cuenta que ya no está. Ni un solo derecho se ha conseguido sin luchar previamente por conseguirlo.
¡¡¡ Si ellos no navegan por ti, que no decidan por ti !!
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El monográfico completo, en castellano, se puede descargar en: http://lasoli.cnt.cat/hemeroteca/2017/2017-04-24.pdf