Texto que se leyó durante la concentración del 29 de junio en Valladolid de la Plataforma por la Sexualidad y el Aborto Libres en solidaridad con las temporeras de la fresa que han denunciado abusos laborales y sexuales:
Estamos aquí para denunciar la VIOLENCIA RACISTA, NEOCOLONIAL, PATRIARCAL Y CLASISTA que están sufriendo las temporeras marroquíes que trabajan en los invernaderos de la fresa en Huelva.
Queremos empezar dando voz aquí en esta plaza de Valladolid a ellas, por lo que recogemos algunos de sus valientes testimonios:
“Él me llamó, pero yo no pensé que me fuera a hacer nada, ni agredirme, porque era mi jefe. Me subí en su coche. A medio camino paró y sacó su material. Vino por mi lado y me agarró con fuerza. Yo me defendía empujándole para alejarlo. Quería acostarse conmigo. Y me agarró con fuerza los pechos. Quería bajarme el pantalón y me cogía de arriba y de ahí abajo, me apretaba y me besaba.”
“Hace cinco años trabajé en una compañía donde el jefe me acosaba sexualmente. Me amenazó y me dijo que si no tenía relaciones sexuales con él me despediría. Tenía miedo de perder mi trabajo porque tengo que cuidar de mis hijos. Todavía tomo pastillas para dormir y a menudo tengo pesadillas.”
“Estaba yendo a la ducha cuando él entró en nuestra habitación. Él vino y me agarró la barriga. Le dije <<Estoy embarazada, aléjate de mí>>. Él me dijo que no había problema, <<sólo chúpamela o te doy por detrás>>.”
“Aquí, se me ha usado y abusado. Han explotado la situación en la que estaba. Él me aisló y me obligó a ir con él. Amenazó con enviarme de vuelta a Marruecos si le rechazaba. Si no le sigo, dijo que me mataría. Estamos en medio de la nada. No hay nadie. Lejos de la casa, en medio de un campo. Me dijo que debería arrodillarme enfrente de él. Me forzó a tener sexo anal con él. No conocía a nadie. Ni siquiera conocía el idioma. Me dijo que no serviría de nada hablar con nadie, que nadie podría ayudarme. Dijo que si se lo contaba a alguien nos mataría a las dos. ¿Para esto he venido desde Marruecos? No puedo dejar de pensar en ello. Preferiría morir antes que volver a Marruecos, ¿qué debo decirle a mi marido?”
“Me maltrató y me pegó en la cara. Yo sólo quería mi pasaporte para volver a Marruecos.”
“Para venir hasta aquí hemos tenido que gastar unos 700 euros entre viajes, pasaportes, visados, certificados médicos. Se me cae la cara antes de volver a mi país. Mis hijos están allí. Estoy endeudada y si vuelvo puedo ir hasta a la cárcel. Nos hemos dejado la piel. Si llego a saber que esto es así no hubiese venido por nada del mundo. Que no vengan más mujeres, por favor, que no vengan.”
“Dicen que España es un país de derechos y justicia, pues nosotras queremos justicia y derechos para las mujeres que vienen a trabajar, que nuestra voz llegue a las autoridades responsables y que se enteren todas mujeres de Marruecos que esto no es un sueño, es una pesadilla”
“Es el infierno en la tierra.”
“Esto es esclavitud.”
En esta provincia de Andalucía se extienden 7000 hectáreas dedicadas al cultivo de la fresa, generando el 95% de la producción de fresa española y convirtiendo a Huelva en el mayor exportador mundial de la fresa. Se trata de una agricultura intensiva e insostenible ecológicamente. Los requisitos de contratación son los siguientes:
Ser mujer, según los empresarios, por ser trabajadoras más “delicadas, dóciles, menos problemáticas y más sumisas”
Provenir de zonas rurales de Marruecos, donde apenas hay empleo, prima el analfabetismo entre mujeres, y estas no pueden trabajar por el hecho de ser mujer
Estar casada, divorciada o viuda (en caso de viudez se la puede casar con un lugareño para mantener relaciones sexuales y ocuparse de las tareas domésticas)
Tener al menos un hijo menor de 14 años, para asegurarse de que la inmigrante no se quede en España tras el periodo de contratación
Estos requisitos son legales y acordados por los gobiernos de España y Marruecos, hechos posibles por la Ley de Extranjería de España, que mata y viola cada día.
En estos invernaderos trabajan 18000 mujeres marroquíes, en las siguientes condiciones: trabajan desde las 6 de la mañana hasta el anochecer, con una pausa de media hora al mediodía, por 30 euros al día; no reciben comida; tienen que pagar por su alojamiento, que consiste en contenedores chabolistas con colchones en el suelo, alojando a grupos de 8 a diez mujeres, sin aseos, sin cocina, con goteras, sin agua potable, con acceso a duchas sólo una vez por semana; muchas trabajan durante meses sin recibir aún su salario.
Las violencias que sufren por parte de sus jefes y supervisores incluyen violaciones, abusos sexuales, humillaciones, abusos de poder, insultos, coacciones, amenazas, palizas, etc. Ha habido denuncias en los últimos años pero estas no prosperan, las mujeres que denuncian desaparecen, vuelven o son devueltas a Marruecos. Compañeras del Sindicato Andaluz de Trabajadores y Trabajadoras también han sufrido agresiones y amenazas por intentar informar a las trabajadoras de sus derechos.
El 1 de junio de este año, un centenar de temporeras marroquíes se manifestaron de manera espontánea reclamando su sueldo a los patrones y denunciando la explotación laboral en la empresa Doñana 1998, expresando su indignación y rabia con el grito “NO BIEN”. En este mismo mes, un grupo de mujeres que se atrevió a denunciar los abusos sexuales en la misma empresa fueron metidas en un autobús al día siguiente en un intento de deportación irregular, antes de que pudieran rectificar las denuncias. Actualmente están escondidas en un pueblo andaluz por posibles represalias.
En este contexto racista y patriarcal de explotación laboral y abuso sexual, se las acusa a las temporeras que se atreven a denunciar de estar mintiendo y hacerlo por conseguir papeles (a pesar de ya contar con un visado legal por el contrato con la empresa). Gritamos, bien alto, como hemos hecho con la superviviente de la Manada, que nosotres, SÍ OS CREEMOS.
Como apunta la activista y abogada andaluza Pastori Filigrana, “si muchas mujeres sufren abusos en sus puestos de trabajo, imaginaos una situación de impunidad como estar en una finca inaccesible, con la libertad deambulatoria limitada, con miedo a perder el trabajo y siendo inmigrante. Son mujeres, son pobres, son inmigrantes. Son triplemente revolucionarias”.
Todo esto se enmarca en una larga tradición de esclavitud y explotación de los recursos materiales y humanos racializados por parte del continente europeo-blanco. Se tratan de mujeres racializadas, obligadas a emigrar a Europa en busca de trabajo para mantener sus familias, porque los recursos de su país de origen han sido tomados por multinacionales extranjeras, mujeres que luego son explotadas y abusadas por empresarios blancos de nacionalidad española. NO ES UN CASO AISLADO, SE LLAMA PATRIARCADO, Y SE LLAMA NEOCOLONIALISMO.
Como señala la periodista flamenca Lucía Muñoz: “Las fronteras políticas de 14 kilómetros que separan al norte de Marruecos y al sur de España sólo se pueden destruir si acabamos con un sistema capitalista, colonial y de explotación. El modelo de consumo y de bienestar que se construye en occidente se sostiene a través del empobrecimiento y el sudor del sur. Echar la vista a un lado es ser cómplice de fincas como Doñana 1998, es ser cómplice del Ministerio de Agricultura y de la Junta de Andalucía”.
Es hora de que las feministas blancas dejemos de movilizarnos menos y tardíamente por los casos de mujeres racializadas y migrantes, como ha quedado demostrado estos meses si comparamos las movilizaciones ante el caso de la Manada y las de las temporeras. Debemos hacer autocrítica y ESCUCHAR más que nunca a nuestras compañeras racializadas cuando nos comunican de nuevo que duele nuestro racista desorden de prioridades, que “hasta para ser violada es mejor ser blanca”, que seguimos hablando de “el feminismo” (en lugar de “feminismos”) como si sólo existiera el nuestro europeo, que los capataces de Huelva también son la Manada, que somos blancas y no lo vemos.
Todo esto, junto con el mediático caso de La Manada o los casi medio centenar en un par de años que han sido denunciados, como el de Canarias, Barcelona, Málaga o Valencia, evidencia que no son casos excepcionales y que con propuestas punitivas no solucionamos nuestros problemas, sino que se trata de intervenir a nivel estructural. Echamos en falta propuestas educativas, en vez de pedir penas de prisión. No queremos como remedio las mismas dinámicas y soluciones que nos someten. Es más, estos mecanismos no nos son útiles a todas, ya que el acceso a la justicia puede suponer un problema para las mujeres migradas como hemos podido constatar en Huelva. Este tipo de agresiones limitan nuestra libertad, pero además esta inseguridad colectiva está siendo utilizada para aumentar el control social.
Ante el esclavismo laboral y el abuso sexual que sufren desde hace años las temporeras racializadas en Huelva, gritamos en solidaridad: ¡ABAJO EL CAPITAL, ABAJO EL RACISMO, ABAJO EL PATRIARCADO, Y QUE VIVA LA LUCHA DE LAS MARROQUÍES!
#YoNoComproFresas