Venidos de Zamora y Valladolid, tres testigos de aquellas campañas contra el servicio militar obligatorio y contra el ejército como arma de la ignorancia, del capital y del Estado compartieron su experiencia con las personas que, desafiando al calor y a la tentación de las piscinas, acudieron a la mesa redonda.
Aunque no han pasado tantos años de aquella lucha que llevó a prisión a cientos de jóvenes, no está de más recordarla; sobre todo cuando el propio poder al que se combatió estará interesado en llevarla al olvido.
Se habló de muchos temas:
- La importancia del lema algo más que mili no, poniendo por delante la rebeldía colectiva y no la búsqueda de salidas individuales.
- La fuerza que el movimiento mantuvo gracias a prescindir de líderes y a la participación descentralizada y en pie de igualdad de cada persona implicada -no se reconoció a «representantes» que marcasen «líneas correctas»; tampoco se cometió el error de nombrarles para una hipotética negociación con el Estado en la que habrían servido de «blanco fácil» para desactivar una lucha que desbordó todas las previsiones y que obligó al Estado a poner en juego todos sus recursos represivos y propagandísticos-.
- El apoyo mutuo y la capacidad de autogestión mostraron hasta qué punto permiten llegar lejos. Frente a las insinuaciones de que los años ochenta y noventa fueron una época de debilidad de los movimientos sociales y libertarios, se recordó cómo fue posible mantener redes de apoyo para los insumisos perseguidos, incluso en entornos aparentemente poco receptivos.
- Donde hay solidaridad contagiosa, compromiso y ganas de hacer cosas en unión, no hace falta esperar a profundas reflexiones o recursos extraordinarios para dar pasos hacia una mayor libertad. No hacen falta redes de tuiter o de feisbuq, basta un edificio abandonado de cierta altura -como el «Duque de Lerma» en Valladolid- para animar a levantar la cabeza y que las reivindicaciones lleguen a todos los ojos.
Sacar adelante la campaña dio lugar a momentos de diversión y creatividad -se pasó un buen rato recordando las distintas acciones realizadas en distintos lugares-, aunque esto no debe llevar a olvidar el coste humano. Hubo un momento para el recuerdo de Virginia, atropellada durante una concentración de apoyo frente a la cárcel de Topas.
Los y las que estábamos con ella manifestándonos hemos podido comprobarla diligencia con la que las fuerzas del orden se desplegaban para impedirnos el paso a las puertas de la prisión. Poco mas tarde hemos comprobado como el auxilio a nuestra compañera no merecía tantas prisas y Virginia permanecía tendida en la carretera sin atención módica más de veinte minutos, a escasos metros de un centro en el que sobreviven cerca de 1.200 seres humanos.
Uno de los recursos para la mesa redonda fue el excelente libro Sí pasó algo, que recoge la historia del movimiento de insumisión en Zamora entre 1988 y 1998 y que recomendamos vivamente.
La evolución de las formas de represión y amedrentamiento contra los movimientos combativos también ocupó algunos momentos de la sesión, dejando en el aire preguntas que esperamos podamos contestar para bien en el futuro. El excelente picoteo vegano que preparó la FEL para cerrar el acto nos permitió reponer fuerzas para acometer esa tarea.