El pasado 15 de enero se cumplía el bicentenario del nacimiento de Pierre-Joseph Proudhon. Una oportunidad con este artículo para recuperar del olvido su gran obra.
El Capital, el Estado, Dios… Proudhon se obstina en derribar los ídolos del autoritarismo. Tras negar, construye su filosofía sobre la base del contrato recíproco y aceptado por todos con el fin de asociar socialismo con libertad.
La obra de Proudhon tiene fama de ser confusa y contradictoria, lo que podría confirmarse por la diversidad de corrientes de pensamientos que se dicen deudoras del autodidacta francés. Desde Action Française a los anarquistas, pasando por los socialistas y los sindicalistas, la referencia a Proudhon es oportuna. Un análisis detallado de los temas formulados por esos «continuadores» de Proudhon podría, sin embargo, hacer surgir el ocultamiento de una gran parte de los análisis proudhonianos para dar ventaja a un punto determinado sacado de su contexto.
El Cercle Proudhon, por ejemplo, fundado en 1911, a iniciativa de miembros de Action Française y de sindicalistas, lo reivindica como un Proudhon mítico, francés, antidemócrata y apolítico, que no resiste a un exámen serio. Los socialistas, por su parte, trataron de recuperar a Proudhon insistiendo en su oposición a Marx, o mezclando las soluciones proudhonianas más inmediatas con los principios reformistas. Para terminar con esta enumeración de las diversas interpretaciones del proudhonismo, parece que si los sindicalistas revolucionarios tienen todo el derecho de reclamar para sí a Proudhon, evitando sus opciones políticas, es el movimiento anarquista en su sentido más amplio, o más bien la filosofía libertaria, la que parece continuar más sinceramente el trabajo emprendido por aquel al que los historiadores o teóricos libertarios califican de «padre de la anarquía».
Esta denominación seguramente no habría gustado a Proudhon, que siempre tuvo horror a los discípulos y desconfió bastante de las organizaciones. En un sentido filosófico, la denominación no conviene porque es la esencia del pensamiento proudhoniano lo que toman los anarquistas, sin hacer de Proudhon un maestro y criticando algunos de sus análisis, con un espíritu que le habría interesado.
Antes de entrar en detalles, digamos que el anarquismo se articula sobre un conjunto de elementos que forman la osamenta del pensamiento proudhoniano y hacen de él un sistema sólido en el que cada punto clarifica al de al lado:
rechazo de la propiedad en el terreno económico
rechazo del Estado en el terreno político
rechazo de la Iglesia en el terreno moral
organización de la producción y de la vida social desde abajo hasta arriba por medio del apoyo mutuo y del federalismo
revolución permanente o rechazo del concepto de fin de la historia
Destruir
«Si tuviera que responder a la pregunta siguiente: ¿qué es la esclavitud? y con una sola frase dijera, es un asesinato, mi pensamiento quedaría expresado.
¿Por qué entonces a esta otra pregunta, ¿qué es la propiedad? no puedo yo responder igualmente es un robo, sin tener la seguridad de ser bien comprendido, cuando esta afirmación equivale a la anterior transformada?» (1)
Cuando aparece su Primera memoria sobre la propiedad en 1840, Proudhon se ha dirigido a un tema tabú. Pero no es el primero en tratar ese problema. Algunos economistas como Adam Smith, Ricardo o Jean-Baptiste Say sentaron las bases de una ciencia de la economía. Saint-Simon, Fourier o Robert Owen trataron la cuestión, así como también los herederos de Gracchus Babeuf, con Étienne Cabet como jefe, preconizando la propiedad común.
Tras la violencia de estas fórmulas, lo que destaca Proudhon es la existencia de seres colectivos y de la fuerza colectiva, que no es tomada en cuenta por el capitalista en la regulación de los salarios. El capitalista paga, en efecto, un tanto cada jornada que ha empleado a los obreros. No paga por el trabajo resultante de la fuerza colectiva. Es el interés del capital, lo que Marx denominará plusvalía.
«Esa fuerza inmensa que resulta de la unión y de la armonía de los trabajadores, de la convergencia y de la simultaneidad de todos sus esfuerzos, no está en absoluto pagada» (1). La sociedad capitalista está, por tanto, basada en un robo. La apropiación de la fuerza colectiva para el beneficio exclusivo del capitalismo, que pone al productor en una situación de dependencia frente a sí mismo. Si Proudhon rechaza esta apropiación de la fuerza colectiva por el capitalismo, rechaza igualmente la que podría venir del Estado y esto es lo que lo separa del socialismo estatista y hace de él uno de los fundadores del socialismo libertario.
«La política es la ciencia de la libertad. El gobierno del hombre por el hombre, bajo cualquier nombre que se disfrace, es opresión: la más elevada perfección de la sociedad se encuentra en la unión del orden y la anarquía» (1).
Al rechazo de la propiedad en el terreno económico, corresponde el rechazo del Estado en el terreno político. El Estado, como el capital, niega los seres colectivos. La sociedad no es considerada un ser colectivo, sino una suma de individuos con intereses divergentes, en la que la función del Estado consiste en arbitrar los conflictos, en soldar la sociedad.
Proudhon rechaza esta concepción heredera de Rousseau y de la Revolución francesa: «En lugar de la libertad económica, la Revolución nos ha legado, a beneficio de inventario, la autoridad y la subordinación política. La república tenía que fundar la sociedad. No ha pensado más que en gobernar (…) Es necesaria una revolución nueva, organizadora y reparadora, para llenar el vacío creado por la primera». (2)
Rechaza también las teorías comunistas que ven el Estado como un instrumento de transformación social. La transformación social no debe lograrla el Estado sino la propia sociedad, en su base. «El gobernante es contrarrevolucionario por naturaleza, o resiste, u oprime, o se corrompe o reprime. El gobierno no sabe, no puede y no querrá jamás otra cosa. Poned a un San Vicente de Paúl en el poder: será como Guizot o Talleyrand». (3)
Este antiestatismo, presente en el conjunto de la obra de Proudhon, será retomado por Bakunin y el conjunto del movimiento anarquista, y esa distinción entre revolución social y revolución política dará lugar a la escisión del movimiento socialista en dos ramas: los autoritarios y los libertarios.
Queda un ídolo por destruir, y Proudhon se dedica a ello en «De la Justicia en la Revolución y en la Iglesia». No se trata de negar a este ídolo, a Dios, sino de combatirlo como un absoluto exterior a la sociedad que ha justificado siempre todos los absolutismos: ayer la esclavitud y el príncipe; hoy la propiedad y el Estado (Bakunin retoma el tema en «Dios y el Estado»).
No es exactamente un materialista, pues Proudhon no rechaza el misticismo, según él inherente al hombre que siente vagamente algo por encima de sí (el ser colectivo, la sociedad). Desea la reapropiación de esta mística en beneficio de la sociedad. Será la Justicia, no un absoluto sino un ideal hacia el que hay que tender, aun sabiendo que no se alcanzará jamás. Como diría Camus un siglo después, con el mismo espíritu: «Hay que imaginar a Sísifo feliz». (4)
Construir
Proudhon ha puesto el acento en el principio de autoridad, a la que acosa bajo diferentes formas: «El Capital, cuyo análogo en el orden de la política es el Gobierno, tiene como sinónimo, en el orden religioso, al Catolicismo. La idea económica de capital, la idea política de gobierno o autoridad, y la idea teológica de la Iglesia, son tres ideas idénticas y recíprocamente convertibles: atacar a una es atacar a la otra, como saben perfectamente todos los filósofos. Lo que el capital hace con el trabajo, y el Estado con la libertad, la Iglesia lo hace con la inteligencia. Esta trinidad del absolutismo es fatal, tanto en la práctica como en la filosofía. Para oprimir al pueblo con eficacia, hay que encadenar a la vez su cuerpo, su voluntad y su razón». (3)
El movimiento anarquista continuará en esta línea, pero no se limitará a la crítica y tratará de trazar el camino para una nueva construcción social, del mismo modo que Proudhon, al que anima un espíritu positivo que equilibra perfectamente su temperamento polemista: «Negar, negar siempre, ese es nuestro método de construcción en filosofía». (5)
En 1843, bajo la influencia dominante de la filosofía alemana, Proudhon publicó «De la creación del orden en la humanidad», en el que trató de definir un método de análisis: la dialéctica seriada. Esta dialéctica debe permitir analizar las contradicciones de la sociedad o parejas antinómicas, que representan el movimiento, la acción o la libertad, así como las grandes líneas o series que organizan esas contradicciones. Esta dialéctica proudhoniana, que rechaza la síntesis, artificial en filosofía, gubernamental en política, crea una filosofía del pluralismo, del equilibrio y del movimiento: «Los términos antinómicos no se resuelven, del mismo modo que los polos opuestos de una pila eléctrica no se destruyen; (…) el problema consiste en encontrar no sólo su fusión, que sería la muerte, sino su equilibrio, inestable siempre, variable según el desarrollo de las sociedades». (6)
Las divergencias entre autoritarios y antiautoritarios en la Primera Internacional tienen su origen en esta distinción entre las dos filosofías, una pluralista, la otra gubernamental. Por otra parte, Marx no se equivoca cuando declara a propósito de Primera Memoria: «La obra de Proudhon ¿Qué es la propiedad? es tan importante para la economía política moderna como la obra de Sieyès ¿Qué es el Tercer Estado? para la política moderna» (7), porque cuando Proudhon aplica su dialéctica al análisis económico en Sistema de contradicciones económicas o Filosofía de la miseria, Marx contesta en su panfleto Miseria de la filosofía: «Pretende [Proudhon] colocar al hombre de ciencia por encima de los burgueses y de los proletarios; no es más que el pequeño burgués, bamboleándose entre el capital y el trabajo, entre la economía política y el comunismo». (8)
Esta filosofía del pluralismo va a llevar a Proudhon a preconizar la organización económica sobre una base mutualista, y la organización política sobre una base federalista. Eso implica sustituir la autoridad por el contrato, todo ello dirigido a la reciprocidad. El contrato proudhoniano es una idea básica de la filosofía libertaria (véase el pacto asociativo de la Federación Anarquista) y difiere totalmente del contrato social de Rousseau, que crea el Estado de derecho.
Para Proudhon no debe existir otra obligación que la resultante del compromiso, se debe dar mayor bienestar y libertad a las partes del contrato, que debe haberse debatido libremente, y consentido individualmente, implicando tanto a la organización económica como a la organización política, debiendo desaparecer la segunda en la primera: «Disolución del gobierno en la organización económica». (2)
Del federalismo económico al federalismo político
«Transportado a la esfera política lo que hemos llamado hasta ahora mutualismo o garantismo, toma el nombre de federalismo. En una simple sinonimia se nos da la revolución entera, política y económica». (9)
La organización de la producción se basa en la libre empresa en el sistema liberal, o en la estatalización en el sistema comunista (cf. Louis Blanc, La organización del trabajo, 1840). En el sistema proudhoniano, será obra de los productores y resultado de sus intercambios sobre la base de la reciprocidad.
Proudhon distingue tres tipos de unidades de producción:
la explotación familiar en la agricultura, en la que una familia se beneficia de la posesión de una superficie que puede cultivar. Esas explotaciones pueden federarse escalonadamente hasta la federación agrícola nacional,
los pequeños talleres de artesanado, en los que cada trabajador controla el conjunto de la producción,
por último, las grandes unidades de producción industrial, en las que Proudhon propone la propiedad colectiva e indivisa, una socialización por medio de la creación de asociaciones obreras que se federarán para formar la federación industrial.
En estas grandes unidades de producción, la gestión será colectiva, para combatir los efectos negativos de la parcelación del trabajo; el trabajador deberá llevar a cabo sucesivamente todas las funciones y, por último, la formación y educación de cada uno de ellos estará a cargo de la empresa para hacer del productor un ser completo y acabar con la separación manual/intelectual. «El sabio que sólo es un sabio es una inteligencia aislada, mutilada. Se puede decir que la inteligencia del obrero no está sólo en su cabeza. Está también en sus manos». (10)
Estos tres tipos de unidades de producción, sus principios de organización, sus relaciones de intercambio, sus garantías mutuas, forman el federalismo económico que es, bajo sus formas diferentes (mutualismo proudhoniano, colectivismo bakuniano, comunismo libertario, gestión directa), la base de las teorías anarquistas. Encontramos su aplicación en todas las revoluciones en las que los anarquistas tuvieron peso sobre los acontecimientos, principalmente en Ucrania, durante la Revolución rusa, y en la experiencia de socialización llevada a cabo por la CNT española durante la guerra civil.
Anunciada en su «Idea general de la revolución» en el siglo XIX y en «De la Justicia en la Revolución y en la Iglesia», la teoría federalista de Proudhon se expondrá en «El principio federativo», aparecido en 1862. Si Proudhon subordina lo político a lo económico, quiere decir que no rechaza la política. Le aplica su método de unidad en la diversidad.
La unidad de base de la economía es el taller, en el orden político es la comuna (municipio) que tiene autoridad sobre todo lo que entra en su dominio y, asociada a otras comunas, forma la región, que a su vez tiene autoridad sobre su dominio y así hasta llegar al Estado federal y la confederación de Estados (entendiendo Estado federal en el sentido de federación nacional). El periodo en el que Proudhon expuso su teoría federalista estuvo marcado por la emergencia de los fuertes movimientos de las nacionalidades apoyados por los demócratas, entre ellos el movimiento por la unidad italiana. Y Proudhon tomó postura contra la unidad italiana que, para él, no unificaba sino que uniformaba, borraba las diferencias, simplificaba y, sobre todo, desviaba el verdadero problema: «El nacionalismo es el pretexto del que se sirven para esquivar la revolución económica». (10)
Desde entonces, el movimiento anarquista se inspirará en este análisis para tomar posición respecto a los problemas de nacionalidad o de regionalismo, con la preocupación de unir respetando las diferencias y con desconfianza hacia ciertas alianzas contra natura que reenvían a las calendas griegas la revolución social. El federalismo es su principio de funcionamiento en el presente, y es en él donde se articula la sociedad anarquista para el conjunto de los teóricos libertarios.
Este repaso somero del pensamiento proudhoniano nos ha permitido pasar revista al conjunto de los principios libertarios. La aportación de Proudhon al anarquismo es innegable. Si desde entonces numerosos teóricos han añadido su granito de arena al pensamiento anarquista, si la evolución de la sociedad ha necesitado avanzar con nuevos medios, los principios generales definidos por Proudhon siguen siendo los del anarquismo contemporáneo. El objetivo sigue siendo asociar socialismo y libertad. Un tema a la orden del día.
Notas
1.- P.-J. Proudhon, ¿Qué es la propiedad? (Primera Memoria), 1840.
2.- P.-J. Proudhon, Idea general de la Revolución en el siglo XIX, 1851.
3.- P.-J. Proudhon, Confesiones de un revolucionario, 1849.
4.- A. Camus, El mito de Sísifo, 1942.
5.- P.-J. Proudhon, Solución al problema social, 1848.
6.- P.-J. Proudhon, Teoría de la propiedad (póstumo).
7.- K. Marx y F. Engels, La sagrada familia, 1845.
8.- K. Marx, Miseria de la filosofía, 1847.
9.- P.-J. Proudhon, La capacidad política de la clase obrera, 1864.
10.- P.-J. Proudhon, De la Justicia en la Revolución y en la Iglesia, 1858.
* Artículo redactado por Bruno Préposiet y extraído del periódico Tierra y Libertad