El 8 de marzo, Día de la mujer trabajadora, es una jornada de lucha para visibilizar y denunciar las violencias que sufrimos cada día. Este año hacemos un llamamiento especial a organizarnos para luchar, combatir y transformar las condiciones de vida de la clase trabajadora en su conjunto.
En primer lugar, las dificultades a las que nos enfrentamos las mujeres trabajadoras en el ámbito laboral son múltiples. Por un lado, la brecha salarial, debido a que sufrimos mayor temporalidad o a que nos vemos obligadas a reducirnos la jornada para el cuidado de los nuestros. O también, incluso, el acoso laboral y sexual que soportamos a veces en nuestros puestos de trabajo. Pero no sólo eso, sino que los cuidados impuestos por nuestro género para que el sistema se mantenga, se alargan hasta el final del día con la carga mental que conlleva. Todo esto repercute en nuestra salud, en nuestras pensiones y salarios de miseria. ¡Violencia es no llegar a fin de mes!
Por otro lado, luchamos por ser dueñas de nuestros cuerpos, nuestros deseos y nuestras decisiones, con especial mención a las trabajadoras sexuales. Sobra decir que denunciamos la trata de mujeres, pero siempre nos posicionaremos del lado de la clase trabajadora, independientemente del trabajo que se realice, para apoyarnos juntas en mejorar nuestras condiciones de vida.
Violencia es la Ley de Extranjería, el racismo y la xenofobia que atraviesa a toda la clase obrera. Luchamos juntas para que nadie se vea obligada a acceder a puestos de trabajo aún más precarios, como es el trabajo en el hogar, en el cuidado de personas o en la recogida de la fresa. Pero también para que ninguna tengamos que migrar forzadas por políticas coloniales, neoliberales y racistas, que producen situaciones económicas, bélicas, sociales y ambientales insostenibles.
Además, luchamos para que las disidentes sexuales, especialmente las personas trans, dejemos de sufrir agresiones y múltiples violencias, y por una sociedad que respete y valore la diversidad funcional, la diversidad sexual, y la diversidad de identidad y/o expresión de género.
Nuestros cuerpos no son campos de batalla y no vamos a permitir que nos utilicen para sus intereses políticos. No somos mercancía ni objetos para ser cosificadas y utilizadas como reclamo. Por eso, exigimos que el aborto esté fuera del Código Penal y que se reconozca como un derecho de las mujeres para decidir sobre nuestro cuerpo y nuestra maternidad. Exigimos, también, que se garantice su realización en todo el estado, en el sistema público de salud y en nuestras clínicas de referencia. Como sabéis, la ultraderecha, sobre todo en Castilla y León quieren meterse en nuestros ovarios, pero siempre nos tendrán enfrente.
Violencia es la que sufrimos las mujeres a las que se nos silencia, las migrantes, las racializadas, las rurales, las locas o las presas.
No podemos terminar sin denunciar la cultura de la violación, los asesinatos y la violencia machista. No caigamos en mensajes punitivistas, que proponen como única solución para acabar con las violencias que sufrimos las mujeres el endurecimiento de las penas de prisión o la cadena perpetua. No vale castigar cuando el mal está hecho, no vale obviar que existe todo un sistema que mantiene y genera,
e incluso se nutre, de esas violencias, haciéndonos creer que es el estado natural de las cosas. Si no vamos a la raíz del problema, nunca acabaremos con él.
Las soluciones que nos dan las instituciones son injustas, revictimizándonos, son ayudas miseria y medidas parche que no solucionan nuestra situación. Y nadie ajeno a nosotras va a preocuparse por mejorarla. Por eso, llamamos a la autoorganización de las mujeres y de toda la clase obrera; en una organización feminista, en un sindicato laboral o de vivienda, en el movimiento estudiantil, en el antirrepresivo… Todos los frentes y todas las luchas necesitan de nuestra mirada y nuestro análisis para enfrentar las múltiples violencias que sufrimos y poder mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora.
¡Organizadas para luchar contra las violencias y el capital!