25 de noviembre, todas para decir NO A LA VIOLENCIA MACHISTA.
Conmemoramos en este día la muerte de las disidentes dominicanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, que fueron torturadas y asesinadas brutalmente tal día como hoy en 1960 por orden del dictador Trujillo y se convirtieron en el símbolo de las VIOLENCIAS que sufren las mujeres y personas no normativas.
Sólo en 2018 ya podemos hablar de 88 feminicidios, al menos 11 menores asesinades por sus progenitores y 1 mujer trans asesinada (Eli, no te olvidamos). Esto según cifras oficiales. Pero las mujeres y personas no normativas no somos cifras, somos personas. Personas en cuyos cuerpos se ejercen las violencias reiteradas de un sistema que nos mata, nos tortura, nos viola y nos desprecia. El 25 de noviembre nos juntamos también para recordar a todas aquellas de las que las cifras oficiales no hablan: las putas, las migradas, las presas, las pobres, las desamparadas, las invisibles. Es evidente que el patriarcado y su aliado criminal, el capitalismo, se sirven de la VIOLENCIA contra nosotras para perpetuarse y asegurar su continuidad. Porque violencias hay muchas y son diversas. Las violencias pueden ser directas, pero también simbólicas y estructurales.
Porque violencia es que te mate tu pareja o expareja. Violencia es que te agreda, te insulte o te controle. Violencia es que te violen, en manada o en solitario, en la calle o en casa. Violencia es que te acosen cruzando la esquina, que te sigan a casa, que te piropeen, que te toquen sin tu permiso.
Pero violencia también es que se cuestione tu palabra en un juicio, que se te pregunte qué llevabas puesto, si te gustó, si lo buscaste. Violencia es que no te crean, que te llamen exagerada, histérica, loca. Que le den la custodia de tus hijes a tu maltratador. Violencia es no tener acceso al sistema judicial. Que te metan en un CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros), una cárcel para personas sin papeles. No poder salir de casa por miedo a que te deporten, huir de la guerra en silla de ruedas y que te quiten la custodia de tus hijes, como en el caso de Fátima. La Ley de Extranjería también es violencia. Y las fronteras son violencia también.
Violencia es tener trabajos precarios, el techo de cristal y el suelo de barro, la doble jornada, la invisibilización de los cuidados, la negación de que son también trabajo, que te impidan organizarte. Violencia es no poder acceder al trabajo por no tener papeles, o porque tu cuerpo no encaja en la norma.
Violencia también es que se te encorsete en unos cánones de belleza, que se te cosifique, que se te llame por tu deadname (el nombre con el que te llamaban antes de la transición). Que ocupen tu espacio, que te ninguneen y obvien tus experiencias.
Que te presionen para ser madre, que te impidan abortar con seguridad, que te aceleren el parto y que te dejen desamparada cuando la criatura nace.
Y violencia es tener miedo: miedo a volver a casa por la noche, miedo a besar a tu compañera por la calle, miedo a enfrentarte a tu agresor, miedo a hablar, a protestar, a pelear.
Contra todas estas violencias y otras, decimos BASTA. Vamos a luchar y a utilizar todas las armas e instrumentos de los que disponemos para que no se sigan violando ni vulnerando nuestros derechos.
No queremos reproducir las dinámicas de las estructuras jerárquicas de dominación con las que nos someten, generadoras de tantas desigualdades, y por lo tanto no creemos que la vía judicial y penal sean las únicas alternativas para las mujeres. Es más, en el caso de las mujeres migradas, o con otro tipo de dificultades o situaciones, el acceso a la justicia puede suponer un problema. Nos preocupa que se haga tanto hincapié en soluciones de castigo en vez de en propuestas educativas, así como la obsesión punitivista del feminismo institucional.
Las violencias machistas y los problemas sociales son problemas colectivos y como tal se han de abarcar. El heteropatriarcado funciona porque parece el estado natural de las cosas. Señalando a ciertos individuos como “seres extraños” o “no-personas” nos exculpamos como sociedad ante cualquier responsabilidad colectiva y esto nubla la necesidad de revisión de cada persona socializada como hombre.
Son soluciones fáciles y rápidas ante fenómenos complejos, que despolitizan los hechos y eliminan del discurso el concepto de “opresión estructural”, sin aportar nada a la transformación social en pro del control social.
Contra la violencia machista, autodefensa feminista, sororidad, unión de todas y todes. Contra la violencia machista, alzaremos nuestras voces, que cada vez son más y más fuertes y que les resuenan en sus cavernarios cerebros, a las que responden con insultos, amenazas y coacciones tratando, una vez más, de desprestigiar el movimiento feminista solo por pedir lo que nos corresponde:
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