Se proyectó el documental ‘Rejas en la memoria‘, dirigido por Manuel Palacios, donde se recuerda a los vencidos y olvidados de la Guerra Civil española, al exilio interior formado por miles de presos contrarios a la dictadura franquista, los Campos de Concentración que funcionaron como tales hasta el año 1962. Nos recuerda también los trabajos forzados a que fueron sometidos los presos: infraestructuras, obras hidráulicas, obras faraónicas. La sed, el hambre, la tortura y la muerte acompañaron siempre a todos estos luchadores de la libertad. Las imágenes, salvo las de las entrevistas, son antiguas, de la época, fielmente evocadoras del dolor y sufrimiento vivido.
Tras la proyección del documental «Rejas en la memoria«, Felix Padín nos habló sobre sus experiencias en el campo de concentración de Miranda de Ebro.
Fue detenido en octubre de 1934. Iniciada la sublevación fascista luchó en los batallones Isaac Puente y Durruti con el rango de sargento y teniente, hasta su detención en junio de 1937. Pasó seis años en diversas cárceles, campo de concentración de Miranda y batallones disciplinarios. Detenido de nuevo en mayo de 1947 con motivo de la famosa huelga de Bilbao. Muerto Franco reactivó su militancia, convertido en el alma de la CNT de Miranda de Ebro. Su intensa relación con Miranda comienza el 8 de diciembre de 1937, siete meses después de ser hecho preso en la localidad vizcaína de Burgui. Donde le trasladaron al campo de concentración mirandés y se repitió por tres veces. En el campo vivía atemorizado, se paso mucha hambre, se contraían muchas enfermedades. Padín padeció colitis, piojos, forúnculos y un tifus que le dejó muy debilitado, llegando a pesar 35 kilos.
Felix relató que vivían en barracones donde dormían en tal cantidad que se colocaban en posición lateral unos seguidos de otros, y en unas condiciones infrahumanas de sanidad, solo buscaban su exterminio. La iglesia actuaba con total impunidad en los campos a través de sus capellanes. En sus traslados a batallones disciplinarios a Guadalajara (donde tuvieron que construir una trinchera entre las líneas de los compañeros y la de los nacionales), Elizondo y un parque tecnológico en Peñaranda de Bracamonte. En esta localidad se licencia en 1939, y regresa a Bilbao. Pero al mes vuelve a Miranda y a otro batallón disciplinario por otros tres años. En estos batallones el trabajo era agotador, no les suministraban ropa, solían ir descalzos, el frió era horrible. La dictadura prometía el sueldo íntegro de un soldado pero sólo recibían 1 penique, el resto servía para enriquecer a las empresas o para engordar las arcas del Estado Nacional.
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