Este viernes 21 de julio, dentro de las proyecciones de nuestro ciclo de cine al aire libre La Resistencia oculta por la Transición, se programó el documental sobre los orígenes del movimiento punk LQHFS – Lo que hicimos fue secreto. Pero llegado el momento tuvimos que dar dos noticias, una triste y otra buena.
La triste fue que por imprevistos técnicos que no fuimos capaces de superar no pudimos hacer la proyección como estaba prevista, al aire libre. A pesar de la estupenda temperatura y de la mucha gente que acudió a la proyección con intención de disfrutarla. Ojalá pudiéramos decir que la avería era aparente y formaba en realidad parte de un sofisticado plan para despistar a la policía secreta respecto a nuestra competencia técnico-organizativa, pero ni fue el caso ni habríamos involucrado en ello a terceras personas. Pedimos las más sinceras disculpas a quienes asistieron, a quienes entre quienes asistieron intentaron ayudarnos y al director del documental, David Álvarez, que tuvo la amabilidad de acompañarnos a pesar de padecer estos inconvenientes.
La buena fue que gracias a la otra parte de la organización, el CSA La Ortiga, pudimos ver el documental -pero entre paredes- y disfrutar en torno a una excelente y refrescante cena vegana durante la que conversar sobre la película. Nos alegra haber contribuido al conocimiento de una película que, como todo el cine independiente, tiene difícil llegar al público que la merece y necesita.
Para dar idea del contenido de la película compartimos algunos textos de reseñas anteriores con las que estamos de acuerdo. Una de ellas es Historia con mayúsculas del punk en Madrid:
“Lo que hicimos fue secreto” es un proyecto hecho en cooperativa por Eleventh Floor, tras un arduo proceso de trabajo. Tardó en rodarse seis años y maneja una cantidad enorme de información; para hacernos una idea, se llegaron a hacer unas setenta entrevistas, además de contar con un ingente material gráfico, fotografías, recortes de prensa y videos. El documental forma parte de un trabajo académico, gracias al cual se ha llevado el punk y el movimiento okupa a la universidad, ya que forma parte de la tesis doctoral de David Álvarez en la Universidad Complutense de Madrid.
Uno de los puntos fuertes del documental son las entrevistas con muchos de los protagonistas de aquellos días de furia y aprendizaje. Así, por “Lo que hicimos fue secreto” desfilan entre otros Pollo de Larsen y Commando 9mm, Manolo UVI, José Calvo de Delincuencia Sonora, J. Siemmens y Maguu Pilarte de Espasmódicos y TDeK, Ixma de La broma de Ssatán, Kurdo de Tarzán y su Puta Madre Buscan Piso en Alcobendas y Olor a Sobako o Canino y José Lozano de Sin Dios. Todos ellos comparten espacio con integrantes del “protopunk” español, como Ramoncín, Fernando Márquez, Ana Curra o Nacho Canut (blandiendo el látigo contra todo y contra todos, lo que provocó risas y comentarios durante la proyección). También dejan acertadas opiniones y vivencias otros protagonistas en aquella escena como Alberto Eiriz, del mítico fanzine Penetración; Indio de la sala Gruta 77 y cantante de “Tarzán” o Fernando de Potencial Hardcore, tienda y discográfica punk independiente. En mi opinión merecen un lugar destacado las incendiarias intervenciones de Manolo Suicidio, quien tuviera un puesto de música en el Rastro, punto neurálgico del punk en Madrid a mediados de los 80, donde llegaban todas las novedades musicales que iban a buscar a Londres, y luego se copiaban y vendían en cinta cassette.
“El Rastro era nuestro punto de comunicación, nuestra zona wifi”, afirma José Calvo de Delincuencia Sonora en un momento del documental. El Rastro fue efectivamente lugar de encuentro, emergencia y efervescencia de gran parte del punk madrileño. Allí se juntaron a finales de los años setenta Alaska, Carlos Berlanga, Fernando Márquez, los Canut, Enrique Sierra y todo ese universo que gravitaba en torno a la mítica Bobia y que daría lugar a la Movida. Aquel punk de diseño estaba liderado en gran medida por hijos de la alta burguesía, que se hicieron punks entusiasmados por la corriente que llegaba de Inglaterra, y que podían permitirse viajar a Londres a comprar ropa y música. Contrapuesto al punk hecho por chicos del extrarradio, aquellos que deseaban hacer su propia música para escapar de la mugre de un país que estaba saliendo de cuarenta años de dictadura. No es lo mismo la actitud de unos chicos bien que han salido raritos y les da por la música, que la de chavales de extracción humilde para quienes tocar y el “hazlo tú mismo” fueron la única forma de intentar sacar la cabeza.
Así, el documental se divide en dos etapas.
- En primer lugar asistimos a los inicios del punk en Madrid, que de alguna manera entró como una moda, una cuestión más estética, con cierta connotación política; había detrás un cierto poso de pseudo-situacionismo y anarquismo pero no realmente articulado”. En la España del 78 la prensa, bastante en la parra, tachaba de punk a Ramoncín. El que fuera “rey del pollo frito” reconoce que, en todo caso, punk eran su actitud y estética (aquel famoso rombo pintado en uno de sus ojos), pero en absoluto lo era su música. En relación a aquellos inicios, bandas como Pegamoides, que “tenían a dos mujeres como líderes, Ana Curra y Alaska, e integrantes homosexuales” fueron, según David, interesantes desde la perspectiva de género, por su puesta en valor de estos dos colectivos, más allá de la música. El documental retrata a la perfección aquel primer punk del Madrid ochentero de la Edad de Oro, del alcalde Tierno Galván (“a colocarse y al loro”) y del Rock Ola (local donde todo el mundo afirmaba haber estado y al que Larsen arrearon cera en una canción, “Noche de destrucción en Rock-Ola”); aquella época de teléfonos de disco y cartas, cuando había dos canales en la tele, con El Cojo Manteca rompiendo farolas en Banco de España, Antonio Vega y Nacha Pop cantando “Relojes en la oscuridad” en la Bola de Cristal, los soportales de la inacabada Almudena apestando a orines y habitados por yonquis y el metro como una apasionante nave especial.
- La segunda parte del documental tiene una connotación más política, como lo tuvieron las bandas que fueron surgiendo. La llamada transición a la democracia no se veía ya tan “ideal”. Alarmantes cifras de paro, leyes represoras y un PSOE que había mostrado su verdadera cara pusieron a muchos sobre aviso, aquello no era lo que les habían vendido. El desencanto politiza más activamente al movimiento punk español, en consonancia con lo que sucedía en otros países como los del norte de Europa o Italia. Empezó a conocerse y a tener en cuenta lo que estaba sucediendo fuera y de alguna forma se quiso traer aquí. De ahí surgió la historia de la Calle Amparo y las primeras okupaciones madrileñas y entonces se desarrollará esta otra escena políticamente articulada que ya tiene un mensaje concreto y unas formas de hacer más políticas y allí están por ejemplo el grupo Sin Dios, que es además un vehículo de propaganda política. Minuesa, una antigua imprenta situada en la Ronda de Toledo, sería okupada en el verano de 1988, y durante varios años funcionó como Centro Social donde se realizaron todo tipo de actividades culturales y políticas. Su desalojo, en 1994, fue uno de los más violentos en la historia de la okupación estatal. El guitarrista de los míticos Larsen afirma, en una mirada atrás sin ira, no arrepentirse de nada de lo que ha hecho en la música, que le ha proporcionado una vida interesante y enormes satisfacciones. No hay más que hablar.
La otra procede del decano de la prensa política en español, el tebeo TMEO:
A partir del título de una bonita serenata de los Germs se construye este documentalazo llamado Lo que hicimos fue secreto sobre la historia del punk en Madrid. Que empieza con un Ramoncín hablando de “Raiders on the storm” y un Nacho Canut diciendo que a él no le importaba una mierda más que él y sus 15 amigos y acaba con desalojos, okupas, manifestaciones y Servando Rocha diciendo que igual el punk fue un gueto para meter la protesta en un artefacto juvenil aislado del tocho de la comunidad. Ese aire de nostalgia y de repensar el pasado tan raro. Que a mi no me sabe mal la nostalgia, que conste, pero a veces me parece que, como el infantilismo, puede convertirse en uno de los sentimientos más autoidiotizantes que hay en el mundo.
No sé ni por qué digo esto. Lo que quiero deciros es que este documental dirigido por David Álvarez, quien ya dirigió “Dios salve al rock de estadio” sobre la ultima gira de los Muletrain, es un documento excepcional. Lleno de gente excepcional hablando de gente excepcional. Anécdotas sobre los que vendieron todas las copias que el disco de GBH podía vender en pirata, los que se van a Londres a acompañar a abortar a sus novias para comprar discos, TDK, la Broma de SSatan, Eduardo Benavente, el fanzine Penetración, Ana Curra, Olor a Sobako, Tarzán y su puta madre mencionados por Mario Conde, y Sin Dios. Yo lo he visto y me ha emocionado a saco.
Emocionar a la gente creo que es un truco fácil porque un tonto emocionado se traga lo que sea. Lo que no es tan fácil es emocionar y, a la vez, contar cosas y cuestionarlas. Y este documental lo hace. Existe la posibilidad de que no lo haga y yo crea que lo haga sólo porque me ha emocionado. Pero no quiero ni pensar en esa posibilidad. Véanlo, por favor, y saquen sus propias conclusiones. Será lo más fácil.
También los que estuvimos en La Ortiga pudimos sacar algunas conclusiones, y de paso disfrutar de un encuentro en la posterior ronda de noche con parte de los secretos que, no olvidamos, se hicieron en Valladolid.
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El próximo 28 de julio, viernes, a las 21.30, con el manual de instalaciones eléctricas empollado, tendrá lugar la última proyección por ahora: un encuentro con una persona que participó en la Coordinadora de Presos en Lucha y que compartirá con quienes asistamos materiales con los que se está montando otro importante proyecto, COPEL : resistencia y dignidad. Os esperamos al aire libre y liberador.
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