Que en 1936 estalló la guerra civil, ya se sabe. Pero lo que se ignora, o se pretende ignorar es que, a la par que hacía frente heroicamente al fascismo, el pueblo español, impulsado principalmente por la CNT y la FAI, se lanzaba a una revolución autogestionaria, la más radical de la historia. Hoy día, cuando la autogestión se impone como única alternativa valedera a las sociedades capitalistas y burocráticas, queremos restituir, mediante documentos en gran parte inéditos, lo que se ha querido ocultar, deformar o esquematizar.
Artículo extraído del monográfico realizado por el periódico Tierra y Libertad
En 1931, España cuenta con 21 millones de habitantes. Casi la mitad no sabe leer ni escribir. Es un país principalmente agrícola: el 52 por 100 de la población activa se dedica a la agricultura. Este mundo rural vive todavía en unas estructuras sociales arcaicas. Mientras 50.000 terratenientes poseen la mitad de las tierras cultivadas, 2 millones de campesinos se reparten el 10 por 100 de estas tierras.
La industria, principalmente concentrada en Cataluña, emplea a 2 millones de obreros. Los principales sectores de esta industria, tan desarrollada como sus homólogas europeas, están en manos de capital extranjero: norteamericano, alemán, inglés, belga y francés.
La iglesia cuenta con 80.000 curas, frailes y monjas. Controla la enseñanza e importantes sectores de la vida económica y social.
El ejército es el segundo pilar de la sociedad española. Con sus 15.000 oficiales, su papel consiste en mantener, vaciando las cajas del Estado, a los hijos de la aristocracia, y en preparar la próxima guerra civil. También viven del presupuesto nacional los 64.000 policías de diferentes cuerpos, esencialmente encargados de mantener el orden social.
Para luchar en contra de estas fuerzas opresivas, varias fuerzas combativas se organizan:
el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), creado en 1888;
el Partido Comunista de España (PCE), creado en 1921;
el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), fundado en 1935 por marxistas leninistas no estalinianos.
El movimiento obrero, por su parte, se organiza en 1870 en la Federación Regional Española, sección de la Primera Internacional, animada por militantes libertarios. De esta Federación nacen las organizaciones sindicales:
Unión General de Trabajadores (UGT), de tendencia socialista, se separa en 1888. Cae bajo la influencia del PSOE y defiende posiciones reformistas.
Confederación Nacional del Trabajo (CNT), se crea en 1910. Recoge la herencia de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT, Primera Internacional) y adopta las tesis anarcosindicalistas.
Para los anarcosindicalistas son los mismos obreros quienes, mediante la acción directa y la práctica de la solidaridad, se tienen que emancipar de la explotación capitalista y de la opresión del Estado.
Proponen la reorganización de la sociedad sobre las bases del comunismo libertario, es decir, la libre federación de los individuos que han realizado la colectivización de la producción, apoyándose en el ideal proclamado por Ricardo Mella: «La libertad como base, la igualdad como medio, la fraternidad como fin.»
La CNT es un blanco constante de la represión. Declarada ilegal en 1911, pasa a la clandestinidad en 1914. Pero su influencia va creciendo, a pesar del asesinato de su secretario general Evelio Boal, de Salvador Seguí (el Noi del Sucre) y de centenares de militantes anónimos. La instauración de la dictadura de Primo de Rivera en 1923 obliga nuevamente a la CNT a pasar a la clandestinidad hasta 1931.
Durante la Dictadura, en 1927, se crea la Federación Anarquista Ibérica y en 1932, a principios de la República, aparece la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias.
En el periódico ABC del 27 de diciembre de 1934, los monárquicos clasifican a sus adversarios de la manera siguiente:
CNT: 1.577.000 afiliados.
UGT: 1.444.000 afiliados.
PSOE: 200.000 afiliados.
PCE: 13. 000 afiliados.
Cuando abdica Alfonso XIII, en 1931, la proclamación de la República es acogida con entusiasmo. Para algunos representaba la solución a todos los problemas de la sociedad española.
En realidad, el nuevo régimen no satisface ninguno de los anhelos profundos del pueblo. Un ejemplo es la reforma agraria, que fue el tema electoral más importante de los republicanos: en 1932, en las Cortes, se vota una ley de distribución de tierras desocupadas, pero la ley no se cumple y todo sigue igual… y cuando los campesinos, cansados de esperar, pasan a la acción directa, como en Casas Viejas – Andalucía- en enero del 33, la Guardia Civil, ahora republicana, reprime con su brutalidad habitual.
En vísperas de las elecciones de 1933, la CNT lanza la consigna: «No votar, preparaos para la Revolución social» y añade: «si las derechas ganan las elecciones, en la calle se tendrá que llevar a cabo la lucha decisiva».
Ganan las derechas. La Confederación asume sus responsabilidades e inicia una insurrección armada en Aragón, reprimida con la consabida brutalidad.
Cuando los clerical-fascistas de la CEDA entran en el gobierno, el 5 de octubre de 1934, la CNT y la UGT, unidas bajo el lema «Unión de Hermanos Proletarios» inician la insurrección de Asturias. El Tercio interviene para apoyar a la Guardia Civil contra los trabajadores. Sin embargo, éstos resisten hasta el día 13 de octubre. Pero ¡qué balance!: 3.000 muertos, 7.000 heridos y decenas de miles de detenidos.
En previsión de las elecciones de 1936, los partidos de izquierdas se unen en un Frente Popular. Para el movimiento libertario, el único objetivo es la liberación de los 30.000 presos políticos víctimas de las insurrecciones precedentes. Casi todos son anarcosindicalistas. Así, por primera vez, la CNT no lanza su consigna «no votar» y algunos de sus militantes, por primera y última vez en su vida, van a votar. Ganan las izquierdas.
El pueblo de Barcelona espera, delante de la cárcel Modelo, la salida de los presos, ya que el Frente Popular ha prometido su libertad. Los presos salen, pero sigue la lucha sin ilusiones acerca de las maniobras de los políticos.
En mayo del 36, la CNT se reúne en congreso nacional en Zaragoza. Asisten 649 delegados en representación de 982 sindicatos. Se elabora el «Concepto confederal del Comunismo Libertario».
Frente al incremento de la combatividad obrera, la reacción -esencialmente militar y falangista- inicia la preparación de un golpe de Estado, verdadera contrarrevolución preventiva. Jose Antonio Primo de Rivera, jefe de la Falange, y los generales Mola, Franco y Goded se preparan para barrer una república culpable, a su parecer, de no controlar el movimiento revolucionario. En las Cortes, el monárquico Calvo Sotelo, proclama: «Si el fascismo es orden, soy fascista«.
La CNT no vacila: o fascismo o revolución.
El 18 de julio el levantamientos de los militares y fascistas triunfa en Marruecos, Burgos, Sevilla, Zaragoza… pero el punto clave es Barcelona. El 19 de julio, el Comité de Cataluña de la CNT proclama: «¡Pueblo de Cataluña!. ¡Alerta y en pie de guerra! Es la hora de la acción; de obrar. Hemos pasado meses y meses haciendo crítica del fascismo, señalando sus defectos, lanzando las consignas concretas de que el pueblo había de oponerse, alzarse en armas en el momento en que la negra reacción de España intentara imponer su asquerosa dictadura. Ese momento ha llegado, pueblo de Cataluña. La reacción: militares, civiles, curas y alta banca, armoniosamente fraternizados, han iniciado la subversión tendente a implantar el fascismo en España por medio de la dictadura militar. Nosotros, representación genuina de la CNT en Cataluña, consecuentes con nuestra trayectoria revolucionaria y antifascista por excelencia, no podemos dudar en estos momentos graves, en estos momentos de acción. La CNT en Cataluña lanza la consigna concreta y terminante de que todos deben secundar la huelga general revolucionaria en el preciso instante en que se alce alguien en Cataluña, sin que ello implique inhibición a lo que compete al orden nacional, para lo cual nos atendremos a las consignas del Comité Nacional. Queda pues bien terminantemente reflejada nuestra posición y señalamos que la consigna se cursará con rapidez.. Nadie debe secundar ninguna consigna que no responda a las lanzadas por este Comité como forma de evitar lo irreparable. Son momentos de serenidad. Hay que actuar, pero con energía, firmeza y al unísono, a la vez, todos juntos. ¡Que nadie se aísle! Que se estrechen los contactos. Es hora de estar alerta y de disponerse a actuar. En Sevilla, el fascismo se adueña de la situación. En Córdoba hay un alzamiento. El Norte de África está dominado por ellos. Nosotros, el pueblo de Cataluña, en pie de guerra, dispuestos a actuar. Que en estos momentos de coincidencia contra el enemigo común cada cual ocupe un puesto en el combate. Que no haya desgastes de energías ni luchas fratricidas. ¡Arriba los corazones! Arma al brazo y dispuestos par el combate. Quien se inhiba es un traidor a la causa manumisora del pueblo. ¡Viva la CNT!. ¡Viva el comunismo libertario! ¡Ante el fascismo, la huelga general revolucionaria!»
El enfrentamiento directo entre el ejército y el pueblo en armas, se acaba con la derrota de los militares. Pero ¡cuánto le ha costado a la CNT este triunfo! Francisco Ascaso ha muerto y, con él, miles de militantes anónimos y valientes. Los generales vencidos, Goded y Buriel, son juzgados, condenados a muerte y fusilados. Una imagen simbólica: la revolución empieza con el derribo de la cárcel de mujeres de Barcelona.
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La euforia del triunfo en Barcelona no oculta la preocupación por la derrota de Zaragoza. Ante la ausencia de reacción de la República, el pueblo sigue haciéndose cargo de la situación. Ya el 24 de julio, Buenaventura Durruti sale de Barcelona, con una columna de voluntarios, para arrancar a Aragón de las garras fascistas. Estos trabajadores, milicianos voluntarios, en mono, sin condecoraciones, obedeciendo a delegados de centuria que han elegido, disciplinados por ser revolucionarios conscientes, hacen retroceder a los fascistas. La columna Durruti libera Lérida, Fraga, Penella, Bujaraloz, Osera, y llega hasta las inmediaciones de Zaragoza. Los «aguiluchos» de la FAI, por su parte, luchan frente a Huesca y Teruel.
Cabe señalar que las milicias consiguieron lo que jamás pudo obtener el ejército regular de la República: ganarle terreno al fascismo. Los militantes de la CNT-FAI, voluntarios de las milicias, dinámicos, conscientes, luchan, ante todo, para derribar el viejo mundo de los aristócratas, de los capitalistas, militares y curas, y para abrir las puertas a la revolución social, al comunismo libertario, como lo demuestran estas palabras de Durruti: «Estoy muy satisfecho de mi columna. Mis compañeros están bien pertrechados y, cuando viene la hora, todo funciona como una buena máquina. No quiero decir con eso que dejen de ser hombres. No, nuestros compañeros en el frente saben para quién y por qué luchan. Se sienten revolucionarios. No luchan para la defensa de nuevas leyes, más o menos prometidas; luchan para la conquista del mundo, de las fábricas, de los talleres, de los medios de transporte, de su pan, de la cultura nueva. Saben que su vida va ligada al triunfo. Hacemos, y esto es mi criterio, porque las circunstancia así lo exigen, la revolución y la guerra al mismo tiempo. Las medidas revolucionarias no solo se toman en Barcelona, también se toman en las líneas de fuego. En todos los pueblos que arrancamos al fascismo empezamos a desarrollar la revolución social. Es eso lo mejor de nuestra guerra. Y, cuando pienso en ella, me doy cuenta, más aún, de mis responsabilidades. Desde las trincheras hasta Barcelona, todos combaten por nuestra causa. Todos trabajan para la guerra y la revolución«.
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Pero mientras empieza la guerra, ¿qué sucede donde los fascistas han sido derrotados? Empieza una vida nueva.
La autogestión industrial
La revolución social que se desarrolla, paralela a la guerra, en España, a partir de 1936, realiza el gran principio de la Primera Internacional: «La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos«. Son los principios libertarios los que prevalecen. Las decisiones vienen de la base. Son los sindicatos quienes, en las empresas, en las Federaciones de Industria, se apoderan de los medios de producción y deciden sobre su nueva utilización.
En julio de 1936, la revolución es inmediata y hay que equipar a las milicias. Y si empresas metalúrgicas como la Vulcano reanudan su actividad inmediatamente es porque la vida no se detiene. Los patronos, la mayoría de los ingenieros y de los técnicos, en general comprometidos con los fascistas, han sido descartados o han huido.
Los sindicatos, principalmente los de la CNT, se apoderan de las empresas. Con frecuencia se le concede una participación a la UGT, minoritaria en Cataluña. La asamblea general de los trabajadores decide sobre la nueva organización de la fábrica. Se elige un comité de empresa entre los trabajadores encargados de la producción y todos se afanan en mejorar la vida colectiva: disminución de las horas de trabajo, aumentos de salarios, seguridad social, garantía de jubilación, y todo eso sin dejar de perfeccionar las condiciones de trabajo y de higiene. Incluso se preocupan del porvenir, creando laboratorios de investigación.
Pero la diversidad de situaciones impone experiencias múltiples. En algunos sectores en que la CNT es particularmente potente, los obreros administran una rama industrial entera, desde la materia prima hasta la venta del producto acabado. Se trata entonces de una socialización, como el caso del Vidrio de Valencia. A veces, los trabajadores administran una sola empresa; se habla entonces de colectivización. Es el caso de los productos químicos Mensa. Puede ocurrir que el antiguo patrón, republicano, se quede en su puesto; está, entonces, sometido a un control estricto de un consejo obrero elegido por los trabajdores; es el caso de la empresa José Pal o el Café Bar Pilar de Valencia. Por fin, en algunas ciudades donde la CNT es particularmente fuerte y donde todas las empresas están colectivizadas, es la Federación Local de Sindicatos la que organiza todo, como en Alcoy, en Levante.
Las condiciones impuestas por la Guerra Civil entorpecen el desarrollo de la industria colectivizada por falta de materias primas, de capitales, de técnicos… Sin embargo, esta industria en manos de los trabajadores hace vivir a la España republicana. Apoyándose en las ideas libertarias, los trabajadores han sido capaces de producir sin jefes y sin disciplina de cuartel; han tomado su suerte en sus propias manos al votar las decisiones importantes en asamblea general, y han trabajado, ya no para enriquecer a un patrón, sino para el bien de todos.
Se podrá decir que las colectivizaciones representan una experiencia limitada si se considera el fin: la creación de una sociedad socialista y libertaria. Sin embargo, los trabajadores españoles han realizado la autogestión en el sentido propio: la gestión directa de las empresas y los servicios por los obreros mismos.
Vamos a dar una idea de esta obra, mediante documentos, textos de época, testimonios de militantes que participaron en la revolución. Hemos tenido que escoger. No se puede hablar de todo y, menos aún, dando detalles. Pero con este esbozo, hemos querido demostrar que la autogestión española abarca el conjunto de la vida social.
Metalurgia socializada
La industria metalúrgica ha sido, desde luego, el sector clave de la revolución. A las dificultades inherentes a la incautación por los obreros de un sector tan técnico de la economía se añadió la necesidad de transformar la casi totalidad de la producción en industria de guerra. A través de esa readaptación, los obreros demuestran sus capacidades creadoras. Desde el punto de vista de la tecnología, como de la organización, teniendo en cuenta que los ingenieros y los patronos se han marchado, las colectividades van a demostrar la facultad de adaptación y eficacia, incluso en el plano puramente económico, de la colectivización.
Por ejemplo: en Barcelona, el 19 de julio, los 520 obreros de la Vulcano se apoderan de la fábrica y nombran a un comité CNT-UGT que orienta su producción de cara al abastecimiento de las milicias.
En la Girona, que ocupa a 1.500 obreros, los cuadros directivos se han quedado, pero tienen que contar con el Comité de Control, que impone la semana de cuarenta horas y un aumento de sueldo del 15 por 100.
En San Andrés (Barcelona), la Hispano Suiza, empresa de 1.400 obreros, es incautada por los sindicatos en el mes de julio. La dirige un Comité de Empresa en el que está representada cada sección, incluida la de los ingenieros. La empresa se adapta a las necesidades de las milicias y de la guerra y produce camiones blindados y bombas de mano.
Madera socializada
Este importante ramo contó de siete a diez mil personas durante los tres años de revolución. Pocos días después del 19 de julio empezó la socialización de la Madera de Barcelona. Se cerraron los talleres que no reunían condiciones de higiene suficientes, reagrupándolos para disponer de locales grandes y claros. Si algunos talleres pequeños, en los primeros momentos, van a seguir independientes, después se irán sumando al movimiento de socialización del ramo.
En esta primera fase, el trabajo se organiza espontáneamente. Los obreros entusiastas, a los que se suman a veces algunos burgueses vencidos, eligen a un compañero conocido por su capacidad técnica y sobre todo moral, como por ejemplo Manuel Hernández, carpintero andaluz, presidente de la Madera Socializada de Barcelona. Otro obrero representa a la Organización de cara a la industria. Toda esta organización se apoya en las asambleas generales soberanas.
La Madera sigue con las fabricaciones clásicas: muebles, barcas, toneles, encofrados y juguetes… pero, rápidamente y sin abandonar estas producciones, las exigencias de la guerra imponen la realización de barracones, cajas, culatas, etc. Se crea un pequeño laboratorio para el estudio de productos de substitución, principalmente colas y barnices. Las dificultades del abastecimiento imponen la utilización de materiales y técnicas nuevas. Por ejemplo, ya que resulta imposible conseguir ocume, se utiliza con éxito el plátano para la realización de contrachapados.
La Madera de Barcelona es un sector completo de la economía que se ha socializado, ya que en ella están incluidos el ebanista y el leñador, el carpintero y el vendedor de muebles…
Cuando resulta factible, las relaciones con los otros sectores de la economía se realizan por intercambio: productos acabados por víveres de las colectividades agrícolas, por ejemplo. Sin embargo, determinados abastecimientos siguen realizándose de forma comercial. Se ha eliminado la competencia, particularmente con la industria socializada de la Madera de Valencia, mediante una planificación de la producción: cada cual produce un determinado tipo de mueble.
Como ejemplo de la extraordinaria capacidad creadora de los trabajadores de la Madera, cabe hacer resaltar el proyecto de creación de una escuela profesional.
Como anécdota se puede señalar la creación de la piscina del sindicato, así como bibliotecas, ejemplos significativos del esfuerzo de todos para cambiar radicalmente la forma de vivir.
La jornada es de 8 horas, y se han unificado los sueldos. En estas condiciones de organización racional del trabajo, de entusiasmo y de fraternidad, a nadie puede extrañarle que la producción aumente considerablemente, llegándose a triplicar en determinados sectores.
Sin embargo, no se trata tampoco de ocultar las dificultades e incluso ciertos antagonismos suscitados por criterios diferentes acerca del desarrollo de la Madera. Pero el sentido común siempre prevaleció en los momentos difíciles. Las únicas dificultades serias procedieron de la Generalidad de Cataluña, que intentó frenar el proceso de socialización.
Transportes colectivizados
En Barcelona la totalidad de los medios de transporte está, desde el mismo mes de julio, en manos de trabajadores: los tranvías, los autobuses, el metro, los taxis y el conjunto de los ferrocarriles catalanes.
Fundamentalmente, la colectivización es obra de la CNT. De los 3.442 empleados de tranvías, 3.322 están afiliados a la CNT. Sin embargo se le concede una participación a la UGT, por ejemplo en los ferrocarriles.
Como en las otras empresas colectivizadas, son las asambleas generales de trabajadores las que deciden las orientaciones básicas. Son bimensuales para los ferroviarios y eligen un comité de administración de ocho trabajadores. Serán seis los miembros del Comité de Administración del Metro y siete los de Tranvías. También se nombran responsables de talleres y depósitos, así como en las 123 estaciones de la red de ferrocarriles de Cataluña.
Los trabajadores realizan las mejoras por las que habían luchado tanto. Se aumentan los sueldos, intentando uníficarlos, y se instaura la semana de 40 horas. Sin embargo se trabaja más, para suplir la ausencia de los compañeros que luchan en los frentes. Se incrementan los equipos de trabajadores de tranvías y autobuses.
Por todas partes mejoran las condiciones de trabajo e higiene. Se desarrollan o se crean sistemas de protección social. Por ejemplo, en la colectividad de tranvías se decide la creación del retiro unificado a los sesenta años y del sueldo íntegro para el trabajador enfermo.
Pensando en el porvenir, las decisiones van orientadas de cara a una mejora del servicio público. Los trabajadores de los tranvías prolongan lineas, se estudia la posible electrificación de los ferrocarriles y los trabajadores del Metro conciben un tipo original de locomotora. Por su parte los trabajadores de los autobuses entregan pases gratuitos para los alumnos de las escuelas de Barcelona.
Se generaliza la solidaridad. Primero de cara a los compañeros que luchan en los frentes, pero también de cara a las otras secciones del Sindicato de Transportes; por ejemplo la Sección de Tranvías, más próspera, ayuda a las secciones que sufren las consecuencias de la guerra.
Y cuando es posible, se colabora con las colectividades agrarias. Por su parte, los trabajadores del Metro han transformado la hermosa torre del antiguo director en casa de reposo, en la que cuidan a veinticinco niños refugiados de Madrid.
Los 700 tranvías rojinegros que recorrieron Barcelona hasta los bombardeos fascistas de 1938 demostraron ante todos la capacidad gestora de los trabajadores de los transportes.
Alimentación de Barcelona colectivizada
A causa de la guerra, el abastecimiento de las ciudades importantes va a ser difícil. Veamos lo que realizaron los obreros de la Alimentación.
En Barcelona, el 19 de julio, la CNT ha incautado 39 grandes empresas de alimentación que, en su mayoría, serán convertidas en restaurantes de precio módico. Se crea un restaurante popular a precio fijo.
Son trabajadores de la Alimentación quienes van a asegurar la comida a la clase trabajadora de las mayores ciudades de España.
Cervecerías Damm colectivizadas
Los trabajadores de Damm incautaron la empresa en julio del 36. Los directores y los técnicos lo abandonaron todo y los 610 trabajadores de la cervecería, miembros de la CNT, reorganizaron la fábrica nombrando un consejo de empresa de 9 miembros así como 5 secciones técnicas.
Los sueldos han sido aumentados y unificados. Se piensa crear un sueldo familiar. Todos los trabajadores gozan ahora del seguro médico y se ha establecido el retiro a los 60 años.
Se ha adquirido material moderno para mejorar la producción. En los locales de la fábrica se instala una biblioteca, una sala de deportes y un comedor.
Para conseguir la cebada necesaria para la elaboración de la cerveza, se mantienen relaciones con las colectividades del campo, a las que se proporciona la simiente.
Con los beneficios obtenidos, los trabajadores de Damm aseguraron el sueldo de un centenar de compañeros milicianos que luchaban en los frentes, y pagaban más de 2.000 pesetas semanales a las milicias, a las que dieron dos de los mejores camiones de la fábrica.
Industrias lácteas socializadas
«Vencido el fascismo, los trabajadares pudieron lanzarse a la socialización de un sector controlado hasta entonces por un gran número de pequeños propietarios y algunas empresas importantes entre las cuales hay que destacar la multinacional suiza Nestlé.
Al socializar la industria, la preocupación esencial de los obreros fue proporcionar al pueblo de Barcelona un producto íntegro en las mejores condiciones de higiene. Antaño, los patronos sólo se preocupaban de sus beneficios. Para mejorar la situación, se crearon 7 fábricas de refrigeración y pasteurización ultramodernas, como la de Mallet, situadas en los lugares de producción, así como un sistema de envasado automático. Para el transporte de la leche, la colectividad compró 24 camiones cisterna isotérmicos, que en aquel entonces eran únicos en Europa. En una granja comprada por la colectividad, la Granja Germinal, se creó una unidad de producción lechera moderna.
Tadas estas mejaras y modernizaciones le costaron a la industria socializada más de 7 millones de pesetas, que sólo pudieron conseguirse merced al empeño y a la voluntad de los trabajadores.
Además se acordó apoyar a las milicias así como a otras colectividades perjudicadas por la falta de materias primas.
En la leche socializada, las asambleas generales eran soberanas y ellas elegían a los compañeros encargadas de funciones administrativas. En una de esas asambleas se decidió crear un sueldo idéntico para todos. En otra se rechazó el decreto de calectivización de la Generalidad de Cataluña, considerando que se trataba de encuadrar y de controlar la colectivización en un molde estatal.
Así puede decirse que la industria socializada, desde el lugar de producción, la granja, pasando por el envase y el transporte, hasta el lugar de consumo, la ciudad, siguió asegurando el abastecimiento de Barcelona hasta los últimos días de la guerra, a pesar de situarse totalmente al margen de la legalidad republicana.» (testimonio de José Capellas)
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A pesar de su empeño y de su entusiasmo, los militantes revolucionarios, a medida que va prolongándose la guerra, sufren los ataques de la contrarrevolución, comprueban la indiferencia del mundo liberal ante la tragedia del pueblo español y observan los avances fascistas en los frentes.
Por eso, el entierro de Durruti y el primer aniversario del 19 de julio van a marcar, por el fervor popular que les acompañó, el deseo confuso de aproximarse, por el recuerdo, a los dias de revolución triunfal, cuando todo parecía todavía posible.
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La revolución no sólo transforma la producción sino que también alcanza a sectores clave de la vida social como por ejemplo Educación y Sanidad.
La educación
El Consejo de la Escuela Nueva Unificada (CENU), creado el 27 de julio de 1936, fue el instrumento de la revolución pedagógica que se conjugó con la revolución social que se desarrollaba en campos y talleres.
Compuesto de 4 delegados de la CNT, 4 delegados de la UGT y 4 maestros nombrados por el Departamento de Cultura de la Generalidad de Cataluña, el CENU tropezó rápidamente con una dificultad fundamental: antes de renovar a fondo la pedagogía, era preciso ocuparse de la simple escolarización de los niños. Ya hemos señalado que en 1931 los analfabetos representaban el 47 por ciento de la población española. En 1936 la situación no ha mejorado mucho. Por eso el CENU crea de inmediato grupos escolares: escuelas nuevas edificadas por el Sindicato de la Construcción, o palacetes y conventos requisados en los barrios residenciales de las ciudades importantes. Mediante esas iniciativas, de julio del 36 a julio del 37, el número de niños escolarizados en Barcelona pasa de 34.431 a 116.846. Junto a este aspecto cuantitativo, se desarrolla también una preocupación cualitativa: en cada escuela sólo se acoge a un número reducido de niños, se acentúa el contacto del niño con la naturaleza…
En el terreno puramente pedagógico, la teoría de la Escuela Moderna de Francisco Ferrer Guardía, fusilado en 1909 con cuatro compañeros, sirvió de base, sin que se considerase, sin embargo, como un dogma insuperable.
Habla Francisco Ferrer i Guardia: «Nuestra enseñanza no acepta ni los dogmas ni las costumbres, porque son formas que aprisionan la vitalidad mental dentro de los límites impuestos por las exigencias de las fases transitorias de la evolución social. No difundimos más que soluciones que han sido demostradas con hechos, teorías ratificadas por la razón y las verdades confirmadas con pruebas ciertas. El objeto de nuestra enseñanza es que el cerebro del individuo debe ser el instrumento de su voluntad (…) Ni dogmas, ni sistemas moldes que reducen la vitalidad a medida de las exigencias de una sociedad transitoria que tienda a ser definitiva. Queremos hombres capaces de destruir, de renovar sin cesar los medios, y de renovarse ellos mismos; hombres cuya independencia intelectual sea su mayor fuerza, que jamás estén ligados a nada, siempre dispuestos a aceptar lo que sea mejor, felices del triunfo de las ideas nuevas, aspirando a vivir vidas múltiples en una sola vida.»
El propio Puig Elías, presidente del CENU y militante de la CNT, rechazará, en parte, la importancia exagerada que se le da a la razón en la Escuela Moderna y propone un cuadro pedagógico original en el cual intervendrían equitativamente la razón y el sentir, excluyendo, claro está, toda clase de dogmatismo, sea éste religioso o «revolucionario». No es superflua esta precisión si observamos hasta qué punto se llegó a utilizar a la infancia. Por su parte los revolucionarios rechazan rotundamente adoctrinamiento y uniforme: ¡No envenenéis la infancia!
Lo que pretendía el CENU era, ni más ni menos, acabar con la manipulación borreguista de los niños y crear un instrumento de desarrollo y formación para los hombres en la sociedad revolucionaria.
Por falta de un personal formado, que no lograron sustituir totalmente unos obreros autodidactas y voluntariosos, y a causa del desarrollo de la contrarrevolución y de los progresos fascistas en los frentes, se malogró en parte este magnífico impulso.
Sanidad
La situación sanitaria de la España del 36 era catastrófica. Particularmente la mortalidad infantil era muy elevada. Y las consecuencias de la guerra iban a complicar los problemas…
En un año de revolución, se crean en Barcelona 6 hospitales nuevos. Las tarifas de las consultas y de las operaciones las controla el Sindicato de Sanidad.
Vamos a dar 3 ejemplos concretos de realizaciones sanitarias en Barcelona :
El Hospital de Sangre, en el barrio de Pueblo Nuevo, transformado por el Sindicato de la Construcción, lo controlaba el Sindicato de Sanidad. Debido a su situación, este hospital acoge sobre todo a los heridos que afluyen del frente. Se puede constatar que todos los centros médicos estaban dotados de equipos modernísimos.
El Hospital del Pueblo, calle Provenza, en la barriada de San Martín, se creó en los locales de un antiguo convento. Concentraba todas las especialidades médicas. Antes del 36, en esos dos barrios no existía instalación sanitaria alguna.
El Instituto de Puericultura y Maternidad Louise Michel, creado por el Sindicato de Sanidad, se ocupa de los niños de 2 meses a 4 años, tanto desde el punto de vista médico como psicológico. En este mismo centro se organizaron cursos para las mujeres embarazadas y se creó asimismo una escuela de Puericultura.
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La prensa del movimiento libertario siempre ha sido abundante y diversa. En un país culturalmente subdesarrollado, en el que la Iglesia monopoliza la educación, constituye un instrumento popular de formación frente a la ideología del Poder. A pesar de una represión constante, surgen revistas culturales, periódicos politicos o boletines de sindicatos.
En 1936, la prensa se convierte en antorcha de la revolución. Fueron sus diarios:
En Madrid: CNT y Castilla libre;
En Valencia: Fragua social y Nosotros;
En Barcelona: Solidaridad obrera, Catalunya (en catalán) y Tierra y libertad.
Sus periódicos sindicales:
Horizontes Nuevos, del Sindicato de Industrias Químicas;
Martillo, del Sindicato del Metal;
Cultura Ferroviaria, de la correspondiente Federación de Industria;
Gastronomía, del Sindicato de Alimentación;
Luz y fuerza, del Sindicato de Agua, Luz y Electricidad.
Los sectores colectivizados dan a conocer ellos mismos sus realizaciones. Es el caso de la revista Síntesis, de la empresa Cros colectivizada, y del periódico Hoy, de la Madera de Barcelona.
Y por todas partes, en cuanto resulta posible, el pueblo tiene la palabra…
Las colectividades agrarias
El golpe de Estado militar, apoyado por el fascismo europeo y la necedad del gobierno republicano, deja en el aire el destino de España.
Pero, en el campo, la vida no puede detenerse en julio del 36. Apremia la cosecha y hay que hacerse cargo de las tierras de los antiguos terratenientes.
Ante la derrota del Poder, en los pueblos, a iniciativa de los militantes de la CNT, el pueblo va a implantar el comunismo libertario. Se incautan las tierras abandonadas, los campesinos voluntariamente contribuyen a la obra colectiva aportando su maquinaria y su ganado, se organiza colectivamente el trabajo. Las condiciones de cada uno mejoran de inmediato. La producción aumenta mediante la conquista de latifundios o de cotos de caza, y la explotación más racional del campo. La gestión colectiva de los beneficios permite realizaciones imprescindibles como hospitales, escuelas, acequias, etc.
Son cientos de miles de hombres y mujeres los que se hacen cargo de su propio destino; van a vivir lo que se llamará comunismo libertario, autogestión, socialismo.
Se crean 350 colectividades en Cataluña, 500 en Levante, 450 en Aragón (donde el 75 por ciento del terreno está colectivizado), 240 en Castilla la Nueva. Y también las hubo en Andalucía y Extremadura. Cada una tiene características que le son propias, porque las decisiones se toman en las asambleas generales de colectivistas.
El comunismo libertario, tal como se concibe en 1936, presupone la abolición de la moneda. Se piensa entonces en sustituir el sueldo por un carnet de productor y en organizar la distribución de los productos mediante un sistema de intercambio, como se publica en el periódico de los campesinos confederales ¡Campo!
Las circunstancias particulares de la Revolución española, la permanencia de una estructura estatal y de un sector económico privado van a imponer, paralela al intercambio, la permanencia de la moneda en las colectividades urbanas. Por el contrario, en el campo un sinfín de colectividades quisieron realizar el ideal. Se irá de la supresión completa del dinero y de la toma del montón, al sistema de los bonos que equivalen a tal o cual cantidad de un determinado producto. Con frecuencia va a imponerse la etapa de la moneda local, no capitalizable, voluntariamente efímera. A veces se emplea el sistema del sueldo familiar proporcional, ya no a la producción, sino al número de personas que se tiene que mantener.
Otro sistema frecuente de reducción de la circulación monetaria fue que la colectividad en su conjunto se hiciera cargo de los servicios (particularmente médicos).
Para la exportación fuera del sistema colectivista, se comprende en seguida la necesidad de unirse en federaciones (Aragón, Levante, etc.) en las que una caja de compensación asegurara el equilibrio entre colectividades ricas y colectividades pobres.
Por ejemplo, la Federación de Colectividades de Levante exporta las naranjas hacia Suecia, como lo demuestran los rótulos que representan simbólicamente el sello de la CNT y el cartel de la Columna de Hierro de Valencia.
Veamos cómo vivieron y se desarrollaron algunas de estas colectividades.
José Porquet, tesorero del Consejo de Administración de la Colectividad de Monzón, recuerda:
«La Colectividad de Monzón, provincia de Huesca, la crearon en 1936 450 personas y quedó destrozada en marzo del 38 con la llegada de los fascistas.
El. 19 de julio, tras una reunión de los compañeros de la CNT, ocupamos la ciudad e impedimos la sublevación de la Guardia Civil. Después, se participó en el movimiento de liberación de la comarca. Es en el mes de octubre del 36 cuando se crea, por iniciativa de la CNT, la colectividad propiamente dicha.
Formada esencialmente por campesinos, se dotó de toda la infraestructura necesaria a su total independencia. Si sólo agrupó, primero, a los convencidos, pensábamos poder ir aglutinando a los otros por la ejemplaridad de nuestras relaciones y de nuestro trabajo.
Se creó un Consejo Administrativo de producción y consumo, compuesto por delegados elegidos por la base y revocables en todo momento. Paralelamente actuaban un delegado general para la agricultura y otro para el suministro, con las mismas prerrogativas. Sin embargo, a menudo tuvimos que improvisar.
La colectividad contaba con las tierras aportadas por sus miembros y con las de los fascistas que huyeron. Estaba dividida en 22 secciones de trabajo, siendo la agricultura la más importante; las diversas secciones eran, claro está, solidarias.
La asamblea general era la máxima instancia de la colectividad y normalmente, se reunía cada semana.
En la comarca, las 32 colectividades se reunían periódicamente para estudiar los problemas generales. Un comité, con sede en Binéfar (provincia de Huesca) estaba encargado de su organización.
El comercio con el exterior se pagaba en moneda oficial. Todo lo otro, mediante intercambios.
La jornada de trabajo era de 8 horas para todos, y el sueldo familiar:
5 pesetas por día para un soltero (hombre o mujer);
9 pesetas por día para una pareja;
3 pesetas y media por día para cada niño de menos de 14 años, o para cada anciano;
4 pesetas por día para cada niño de más de 14 años.
Y, además, el beneficio de los servicios médicos gratuitos.
La contribución de la colectividad al esfuerzo de guerra consistió en la salida voluntaria hacia el frente de la mayoría de los jóvenes, la creación de un taller de botellas incendiarias y el envío de trenes de suministro gratuitos.»
Entrevista con Miguel Celma, que fue secretario del Consejo de Administración de la Colectividad de Calanda.
Miguel Celma, ¿qué sucedió el 19 de julio en Calanda?
El 19 de julio, para responder al levantamiento fascista, los militantes de la CNT se lanzaron a la calle y ocuparon Calanda.
Esta situación de dominio duró tres días, hasta el 22. Se estuvo en pie de guerra patrullando sin que nadie, ni de derechas ni de izquierdas, fuese molestado. No se le dijo nada a ningún explotador de hombres. El 22 por la tarde llegaron tres camiones cargados de tropa y falangistas de Zaragoza, se apoderaron del pueblo y 24 horas después la cárcel contenía 200 obreros presos. Contra ellos ejercieron malos tratos. El 26 llegaron las milicias de Cataluña y ¡cuál fue nuestra sorpresa! los fascistas tenían ya casi terminado un dispositivo para pegarle fuego a la cárcel, naturalmente con todos los presos dentro.
El 26 de julio, tranquilizados por la llegada de las milicias de Cataluña, se nombró un Comité Revolucionario compuesto por 4 miembros de la CNT y 2 de Izquierda Republicana, único partido antifascista existente.
Se decidió entonces proclamar el comunismo libertario, dejando naturalmente posibilidad a los individualistas de seguir viviendo como antes.
Pero de los 5.000 habitantes de Calanda, muy pocos, unos diez quizá, quedaron fuera de la colectividad.
Ca1anda vivió así en Municipio Libre hasta agosto de 1937, fecha en que las tropas del bolchevique Líster vinieron a derrumbar la obra realizada.
Durante dos meses el pueblo conoció la violencia y la opresión. Sin embargo, en octubre de 1937, 2.500 vecinos de Calanda formaron una segunda colectividad que vivió hasta marzo de 1938, cuando las tropas de Franco invadieron la región.
Así pues, la colectividad de Calanda conoció dos épocas. Durante la primera época yo estaba en el frente pero conservaba contacto contínuo con el Sindicato. Durante la segunda época fui elegido secretario del Consejo de Administración.
¿Cuál era la situación económica de Calanda?
El pueblo estaba en manos de una docena de terratenientes como el conde de Fortón, el marqués de Valdeguerrero o los Buñuel. Numerosos braceros se tenían que alquilar para el cultivo de los cereales, las hortalizas o las aceitunas.
No faltaba la industria, con 14 molinos de aceite, una fábrica de extracción a base de ácido sulfúrico, 3 molinos de harina y una fábrica de yeso, canteras, herrerías y talleres de carpintería. Pero la industria más importante era la alfarera. Anteriormente había habido talleres de tejido y cordelería.
¿Y la vida política?
Calanda siempre había conocido una vida política agitada. Desde 1931 los trabajadores estaban reunidos en el Sindicato de la CNT, que contaba con 800 afiliados. Disuelto después de los sucesos del 34, volvió a la luz del día en febrero de 1936.
Bajo la República, los burgueses pertenecían a la CEDA. Izquierda Republicana por su parte contaba con una veintena de militantes. Es decir, muy pocos.
Fueron los militantes de la CNT los principales forjadares de la obra revolucionaria, en pleno acuerdo con el conjunto de la población.
¿Cómo se organizó y cómo funcionó la colectividad?
La colectividad lo heredó todo: tierras, edificios, máquinas y vehículos, hasta los bancos. Pero éstos no sirvieron, ya que todos los productos eran gratis para los que trabajaban.
Por ejemplo, después del inventario de los recursos en carne, se atribuyeron X kilos por persona (colectivista o no); el excedente estaba destinado al frente. Todo fue virtualmente requisado. El catastro y los títulos de propiedad desapareciereon.
En la primera época, la gestión de la colectividad se confundía con la del municipio y había para su administración un Comité Revolucionario. En la segunda época guardamos la colectividad, que disponía de un Consejo con dos secretarios permanentes: Pedro Ariño (fusilado por los fascistas en Valencia en 1939) y yo.
Esta administración se asemejaba a la del Sindicato o a la de la Municipalidad, pero todas las decisiones se tomaban en asambleas generales semanales o en asambleas extraordinarias.
¿Qué relaciones teníais con las demás colectividades?
Se mantenían contactos numerosos con las colectividades vecinas y se pensó crear una federación de colectividades del Valle del Guadalope para coordinar la explotación forestal, la agricultura, la ganadería y la industria.
Se establecieron frecuentes relaciones con las colectividades cercanas a la frontera francesa y con aquellas en donde se podían conseguir tractores, máquinas, trilladoras, telas y calzados; los pagos se efectuaban en forma de intercambio.
¿Cómo se organizó la producción?
De manera general el cultivo y la producción seguían objetivos preestablecidos y planificados, pero prácticamente cada grupo de ocho hombres organizaba su trabajo a su antojo, aunque en contacto con el responsable de la agricultura o de los almacenes.
No fue necesario construir casas nuevas, ya que se ocupaban las de los burgueses. Sin embargo, se continuó la construcción de la carretera Calanda – Mas de las Matas; y se arrasó un barrio del centro con el proyecto de crear allí una plaza, un jardín y un centro de cultura popular. Se proyectó también ampliar considerablemente el sistema de irrigación y la superficie irrigable.
Gracias al trabajo colectivo y a pesar de que 30 hombres de Calanda, los más válidos, luchaban en el frente, la superficie cultivada aumentó, así como los rendimientos, y con menos horas de trabajo.
Y los salarios ¿cómo se pagaban a los trabajadores?
Como se había abolido el dinero, no había salarios. Se repartían los productos sobre una base familiar. Todo era gratis: medicina, farmacia, tomates o vino, vivienda, vestidos, distracciones.
¿Hubo otras realizaciones en la colectividad?
Se organizaron comedores colectivos primero para los solteros y los ancianos, luego para todos los que querían.
De las seis escuelas diferentes de la comarca se hizo un grupo escolar «Francisco Ferrer» con 19 maestros, algunos de ellos con titulación oficial. Se instaló en el antiguo convento de Dominicos. Acogía a casi 1.200 niños de ambos sexos.
¿Las mujeres participaron en la colectividad?
Sí, participaron activamente, animadas por el grupo Mujeres Libres.
¿Se preocuparon por las distracciones?
Como animación cultural existían un cine y un grupo teatral. Además, la Torre de los Buñuel, que daba sobre el Guadalope, con su pinar, su piscina y su biblioteca, fue transformada en centro de recreo ideal.
¿En qué circunstancias se terminó la colectividad?
A la llegada de las tropas franquistas numerosas colectivistas fueron víctimas de la venganza de los opresores de siempre, que se cebaron en los hombres y mujeres de edades que van desde los 3 meses hasta los 80 años. Entre ellos Ramón Coba, Tomás Pérez, Francisca Gascón, Ramón Ferrer y Juan José Deler.
Pero el conjunto de la colectividad había sido evacuada en marzo del 38. Fue una caravana de 2.500 personas, 50 carros y 72 caballerías, un rebaño de 3.000 ovejas que salió del pueblo. Un año después había que pasar los Pirineos hacia Francia.
La guerra
La guerra civil es en realidad la lucha del pueblo español contra el fascismo europeo. Ya el 28 de julio los aviones de Hitler y Mussolini permiten a las tropas de Franco cruzar el Estrecho. Frente a la política de no intervención -en realidad la cobardía y los intereses de los pretendidos países democráticos- el fascismo no duda en ayudar masivamente a los generales facciosos.
Los pretendidos voluntarios italianos forman de hecho un verdadero ejército, con mando propio y material moderno. Los 70.000 hombres del cuerpo expedicionario italiano no se pueden comparar con los 10 a 12.000 hombres, a lo máximo, de las Brigadas Internacionales. Y Mussolini manda a España, además de sus soldados, cañones, tanques y más de 700 aviones.
La ayuda del gobierno nazi de Alemania, por ser menos imponente no dejará de ser tanto o más eficaz todavía. Los 10.000 hombres de la Legión Candor son verdaderos técnicos de la guerra moderna. Los experimentos de bombardeos de terror que realizarán en Guernica, Madrid o Barcelona son el preludio de lo que será, años más tarde, su actuación en Praga, Varsovia, Londres o Leningrado.
Claro está que la Unión Soviética ayudó al bando republicano, pero los 2.000 técnicos soviéticos no permitieron, en ningún momento, darle un giro diferente a la guerra, salvo el impulso a la contrarrevolución…
¡Y la República pagó el escaso material soviético con 510 toneladas de oro! Es decir, la segunda reserva del mundo en aquella época.
En todos los frentes -y salvo triunfos espectaculares como los de Guadalajara y Teruel- los ejércitos de la República retroceden continuamente, a pesar del valor y del entusiasmo de soldados y milicianos.
Perseguido simultáneamente por los esbirros de Mussolini y por los agentes estalinianos, el anarquista italiano Camilo Berneri declara:
«Hoy la guerra está en el cielo de Madrid; mañana estará en el de Barcelona; pasado mañana en el de París. La guerra europea ha vuelto a empezar, aunque no se haya declarado. Son los aviones y los aviadores de la Italia de Mussolini y de la Alemania de Hitler quienes asesinan y bombardean Madrid.»
En la retaguardia, niños y mujeres sufren los desastres de la guerra, con la bendición de la santa Iglesia apostólica y romana en la persona de Pío XII, que declara:
«Dios quiso paz y victoria en España (…) A los prosélitos del ateísmo ma-terialista de nuestra época, España ha demostrado altamente que los va-lores eternos de la religión y del espíritu lo dominan todo.»
La contrarrevolución
El 19 de julio del 36, el Estado español, vencido par el golpe de Estado fascista y por la réplica revolucionaria, se ha desmoronado: el proletariado coge su destino entre sus propias manos y, lo hemos visto, edifica un mundo nuevo.
Sin embargo, solapadamente, los políticos de ayer, en un primer tiempo aislados y desbordados por la iniciativa popular, siguen tejiendo la red de los reglamentos, obligaciones y censuras. En una palabra, amparados en el partido más importante de la izquierda, el Partido Socialista, cuyo jefe, Largo Caballero, da el ejemplo del oportunismo, y el mundo de la politica, los Alvarez del Vayo, los Prieto, los Negrín, etc., intentan restaurar el Estado.
Pero para poder atacar de frente al movimiento revolucionario les falta algo: la fuerza. Es la Unión Soviética, mediante el Partido Comunista de España, quien la va a suministrar.
Rápidamente, a la restauración de la burocracia administrativa de los socialistas y de sus aliados va a sumarse la potencia militar comunista.
Apoyándose en el chantaje con la ayuda militar soviética y en un reparto muy selectivo del armamento, van a alcanzar los puestos clave de la jerarquía militar republicana, al mismo tiempo que proclaman, claro está, las necesidades de la unión.
El desarrollo de este partido coincide con el ingreso en sus filas de la pequeña burguesía, prisionera en el bando republicano y que busca el respaldo de un partido capaz de detener la revolución que está triunfando ante ellos. Fiel reflejo de su representación sociológica, la política del Partido Comunista será descaradamente pequeño-burguesa, como lo demuestran sus declaraciones.
Santiago Carrillo, entonces secretario de las Juventudes Socialistas Unificadas, declara la revolución imposible porque no sigue los esquemas soviéticos:
«No hará falta que hablemos de cómo, en el único país del mundo que ha hecho la revolución, la Unión Soviétioa, después de 9 años de poder proletario es cuando se ha comenzado a socializar la tierra. ¿Cómo vamos a hacer nosotros en plena república democrática lo que ha hecho la Unión Soviética después de 9 años de poder obrero? Nosotros decimos que nuestra línea, por mucho tiempo, es la línea de la defensa del pequeño campesino, de la defensa de los intereses legítimos del pequeño propietario del campo.»
El 4 de agosto de 1936, André Marty, miembro del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, declara:
«En un país como España, la clase obrera y el pueblo entero tienen como tarea inmediata y urgente, la única tarea posible -y todos los recientes escritos del Partido Comunista lo repiten y lo demuestran-, no la de realizar la revolución socialista, sino la de defender, consolidar y desarrollar la revolución democrática burguesa.»
Por su parte, en Francia, Le Populaire, periódico de los socialistas, declara el 27 de noviembre de 1936:
«Cuando se haya aplastado al fascismo, es posible que la FAI y la CNT anarcosindicalista sigan luchando para aplicar su programa social. Pero en este caso, el bloque social-comunista se opondrá.»
Pero si hay que denunciar al conjunto de los partidos que ostentan el poder en el bando republicano por haber saboteado y entorpecido la revolución, tampoco hay que pasar por alto los errores del Movimiento Libertario.
Ya el 20 de julio, cuando la CNT deja en pie en Barcelona el fantasma de un poder político totalmente desbordado y que, intentando crear un frente antifascista, organiza con los diversos grupos de la izquierda el Comité de Milicias, se condenaba, a corto o largo plazo, a tener que pactar o colaborar.
La colaboración gubernamental y la militarización de las milicias, así como el decreto de colectivización promulgado por el gobierno catalán para recuperar, en la medida de lo posible, un movimiento que no puede controlar, son las etapas esenciales del estancamiento de la revolución.
¡Ministros anarquistas! ¡Generales, tenientes y cabos anarquistas! El peso de la guerra y en algunos casos, el deseo sincero de defender la revolución desde el aparato estatal, no pueden explicarlo todo.
En el seno mismo de la CNT y de la FAI nace la contradicción: por una parte, seguir impulsando la revolución en campos y talleres, y por otra colaborar, en mayor o menor escala, con lo que queda del aparato político republicano, llevando a cabo una labor contrarrevolucionaria.
Y no se trata aquí de enjuiciar a personas. Algunos prefirieron la muerte a la claudicación; otros reconocieron públicamente en 1945 que se había cometido un tremendo error; y con ellos gran parte de la CNT y de la FAI supo asumir y superar los errores…
El Poder, pensando haber neutralizado la principal fuerza obrera, puede examinar la posibilidad de una lucha frontal contra el movimiento revolucionario. Los comunistas, que controlan el aparato policial de la República, consideran disponer de apoyos suficientes para provocar los enfrentamientos armados de mayo del 37 en Barcelona, y la intervención de las tropas de Líster contra las colectividades de Aragón, en aplicación de una politica planeada en Moscú, como lo demuestra Pravda del 16 de diciembre de 1936:
«En Cataluña, la liquidación de los trotskistas y de los anarquistas ha empezado. Se llevará a cabo con la misma energía que en la Unión Soviética.»
La réplica obrera conseguirá, en cierto modo, limitar y obstaculizar la aplicación de este plan.
Entre las muchas víctimas, Camilo Berneri, asesinado por los comunistas, es uno de los espiritus más lúcidos de esta época turbia. Escribe en Guerra di clase:
«El dilema guerra o revolución ya no tiene ningún sentido. El único dilema es éste: o victoria contra Franco mediante la guerra revolucionaria o derrota«.
* * *
Al acabar esta presentación de la obra constructiva de la Revolución española, quisiéramos mentar las palabras finales del Congreso de Zaragoza,que fue y seguirá siendo para la historia orientación y norte de la Confederación Nacional del Trabajo:
«He aquí terminado nuestro trabajo, mas antes de llegar al punto final, estimamos que debemos insistir, en esta hora histórica, sobre el hecho de no suponer que este dictamen debe ser algo definitivo que sirva de norma cerrada a las tareas constructivas del proletariado revolucionario.
La pretensión de esta ponencia es mucho más modesta. Se conformaría con que el Congreso viera en él las lineas generales del plan inicial que el mundo productor habrá de llevar a cabo, el punto de partida de la Humanidad hacia su liberación integral.
Que todo el que se sienta con inteligencia, arrestos y capacidad mejore nuestra obra.»