Esta es la pregunta que se hace Luziano Alzaga en su artículo publicado en La Haine (www.lahaine.org) tras la noticia de el cierre de Braun en Cataluña
Los sindicatos ven «imposible» recolocar a la plantilla de Braun. En lugar de esperar que la Generalitat o esos sindicatos patronales solucionen la papeleta, quizás lxs compañerxs de Braun deberían intentar mirar hacia las experiencias de otrxs obrerxs que ya pasaron por situaciones similares en América Latina, y optaron por ocupar las empresas y ponerlas a funcionar bajo control de lxs trabajadorxs.
Antecedentes
Braun, empresa multinacional alemana (propiedad de la estadounidense Gillette, compañía que, a su vez, pertenece a la también estadounidense Procter&Gamble), ha comunicado al comité de empresa y a los sindicatos el cierre «total» de la factoría de Esplugues de Llobregat (Barcelona). Esta empresa, que en el año 2004 generó 5,9 millones de euros de beneficios para sus patrones, instalada desde la década de los sesenta en Catalunya, despedirá a sus 760 trabajadores directos.
Otro aspecto «alarmante» del cierre de la planta de Esplugues especializada en pequeños electrodomésticos, es la situación en la que quedarán las empresas auxiliares. La mayoría de estas fábricas están también en el Baix Llobregat y el 50% de su producción es por encargo de Braun. Según los sindicatos se perderán más de 2 000 puestos de trabajo indirectos como consecuencia del cierre de la multinacional. En total alrededor de 3 000 personas quedarán en la calle.
Según el comunicado de la empresa, el cierre se debe a la «elevada pérdida de rentabilidad», con una caída de los resultados de casi la mitad, frente al beneficio de 10,6 millones registrado en 2003. Todos estos eufemismos sirven para no decir que seguramente bajaron del 15 o 20% de ganancias anuales reales a un 10% (si no se descuentan las provisiones para el desmantelamiento), cifra esta última que sigue siendo muy superior a la que se obtiene por tener el dinero en el banco, y varias veces superior a los aumentos de salarios que otorgan a sus obreros. Otro elemento de «peso» en la decisión es la posible venta de los terrenos y el edificio de la factoría, que se encuentra en una zona que ha registrado una elevada revalorización inmobiliaria. Según las notas del registro de 2004, Braun Española contaba con un inmovilizado material de 33,6 millones de euros, que hoy será más.
Pero a pesar de que los sindicatos mayoritarios alegan que el cierre se produce sin «causas productivas, económicas ni logísticas que lo justifiquen», y además de que aparentemente la empresa no tiene previsto abrir una nueva fábrica en un país de mano de obra más barata, igualmente bajan la persiana.
En los últimos dos años se han producido varias «deslocalizaciones» (otro eufemismo para no tener que decir la verdad: «cierre sin causa que lo justifique», excepto la de ganar más en otro país con mano de obra barata) en el estado español. Philips, Samsung y Panasonic han cerrado sus factorías, pero en ese momento ya contaban con alternativas inmediatas para producir en Polonia, Eslovaquia y Corea, respectivamente. Sin embargo, un portavoz de Braun señaló que el grupo se da un plazo de dos años para buscar un emplazamiento que permita «mantener los estándares de calidad», pero que pueda reducir los costes de la fabricación de electrodomésticos. Esto en realidad significa: «De momento cerramos, luego ya veremos».
La presidenta del comité de empresa de Braun, Antonia Lozano, recuerda que el 40% de la plantilla son mujeres con una edad que ronda los 52 años, y considera prácticamente «imposible» recolocar en el «mercado laboral» a las trabajadoras afectadas. También reconoce que la noticia del cierre no las cogió por sorpresa. Los sindicatos «definirán un calendario de movilizaciones» contra el cierre de la fábrica anunciado para el año 2008.
Otras alternativas
En el 2002, la investigadora argentina Josefina Martínez escribía:
«Hay un fenómeno nuevo, puntual, incipiente. Trabajadores que ocupan sus lugares de trabajo, y ante la terrible alternativa de la desocupación por el cierre o la quiebra, se aferran a las máquinas y no abandonan las instalaciones. Desnaturalización. La patronal deja una empresa por la ‘crisis’. No nos vamos. A pesar de todas las ‘evidencias’ no se resignan a perder su fuente de trabajo. Hay cientos de lugares de trabajo ocupados hoy en la Argentina»
«Cuando un grupo de obreros se afirma en la posibilidad de producir ‘sin patrones’, ¿no encontramos allí el inicio de una nueva experiencia y conciencia obrera? ¿Los secretos del funcionamiento capitalista no empiezan a desvelarse cuando la producción no se moldea según el afán de ganancia del capital sino movilizada por las necesidades de los productores? En los últimos meses dos fábricas, la ceramista Zanon de Neuquén y la textil Brukman de Buenos Aires, empiezan a ser un polo de referencia, puestas a producir bajo control obrero y en lucha por su expropiación. Llaman a repensar profundamente sobre la potencia del movimiento obrero como clase cuando empieza a tomar en sus manos la resolución de su propio destino.»
Quizás los compañeros de Braun deberían pensar la posibilidad de utilizar estas experiencias de sus hermanos de clase latinoamericanos, en lugar de esperar que la bondad de la patronal, la Generalitat o las burocracias sindicales solucionen el problema.
James Petras examina en un ensayo las enormes potencialidades de las empresas recuperadas y repasa algunas experiencias históricas durante el siglo XX que señalan lecciones históricas relevantes. Analiza que «Históricamente, las recuperadas han sido la pieza central del proyecto socialista, se retrotraen a la famosa frase de Karl Marx ‘la emancipación de los obreros sólo puede ser llevada a cabo por los mismos trabajadores.’”
En el cierre del Primer Encuentro Latinoamericano de Empresas Recuperadas por los Trabajadores, en Caracas, 27 al 29 de Octubre de 2005, se dijo: “Nos encontramos para impulsar nuestro movimiento, para defenderlo, para ayudarnos unos a otros, y hacer más fuerte nuestra lucha contra el enemigo común de los pueblos, el capitalismo que lleva a la guerra y planifica la miseria en todo el planeta”.
También defendieron abiertamente el derecho a la ocupación de empresas: El cierre de las empresas “es responsabilidad de los capitalistas y los gobiernos, los especuladores financieros y las multinacionales. Cada fábrica cerrada es un cementerio de puestos de trabajo, así como lo es el latifundio en el campo. (…) Por eso los trabajadores del campo y la ciudad tenemos derecho a ocupar las fábricas y las tierras para defender nuestro trabajo. Por eso ocupamos las empresas y las pusimos a producir.”
Experiencias concretas
Eduardo Lucita, experto argentino en fábricas recuperadas, comenta que «más allá de los riquísimos debates a que han dado lugar estas tomas -cooperativismo / estatización / control obrero / autogestión- la realidad es que la gran mayoría de las empresas recuperadas funciona bajo un régimen de gestión obrera directa, y su situación económica es diversa, según la rama de la producción o servicios en que se encuentran, las características del mercado donde colocan su producción o servicios, la tecnología que disponen, la tasa de ganancia del sector.
La mayoría de las empresas ocupadas y recuperadas tienen uno de sus puntos débiles en la estrategia de comercialización y venta, más aún en esta coyuntura de crisis y caída de la demanda. Al mismo tiempo, gracias al saber obrero acumulado durante décadas de explotación, están en condiciones -con el necesario apoyo técnico/profesional- de ampliar su línea de producción desarrollando nuevos productos orientados hacia la satisfacción de necesidades sociales y comunitarias sentidas por la ciudadanía, sin que esto implique abandonar su producción tradicional.
Mas allá de los recaudos que se tomen las empresas recuperadas, no pueden escapar a la presión del mercado y de la competencia. Esta presión más temprano que tarde se hace sentir al interior de las empresas gestionadas por sus trabajadorxs. Las diferencias salariales, la jerarquización interna, productividades y ritmos de autoexplotación, apropiación de los excedentes, autonomización de los Consejos de Administración, etc., son las manifestaciones más comunes. El viejo dicho de que cuanto mayor es el éxito de las cooperativas más capitalistas se vuelven, no es equivocado, hay ya demasiadas experiencias al respecto.
Por lo tanto es necesario discutir acerca de un régimen interno para estas empresas de propiedad social que garantice la más amplia democracia estableciendo a la «Asamblea de Trabajadores» como el órgano decisorio por excelencia y asigne al «Consejo de Administración» un carácter ejecutivo. Los cargos del Consejo debieran ser rotativos, elegidos y revocables por la asamblea. Es esta quien debe fijar los salarios, los horarios, los ritmos y las productividades del trabajo».
Conclusión
Nuestros hermanos latinoamericanos no suelen tener muchas dudas cuando se trata de decidir la recuperación de una empresa cerrada por sus patrones. Y sin embargo nosotros parece que esperamos a que la solución nos caiga del cielo. Y nos preguntaremos por qué: seguramente debe ser porque en América Latina, cuando una empresa cierra, lo que le queda a la gente es la puta (con perdón) calle. A nosotros nos quedan el INEM, las prejubilaciones, las recolocaciones… Pero todos sabemos que el INEM dura dos años con el 60% del (mísero) salario. Las prejubilaciones se las dan a unos pocos y, salvo las de los directivos, son insuficientes. Y las recolocaciones son un cuento de hadas.
Los capitalistas han utilizado todas su armas (Estado, sindicatos patronales, medios de prensa, policía) para convencernos, por las buenas o por las malas, de que esto es lo que hay y que no se puede pedir más. Alegremente hablan de que pobrecitos los empresarios si la bolsa sube o baja, y que si las empresas no obtienen suficientes beneficios se tienen que ir, faltaría más. Estamos en Europa, tenemos un Estado protector con sus ventajas e inconvenientes, no nos quejemos.
Lo que está claro es que Estado tenemos, pero protector sólo para los ricos. Y está más claro aún que no tenemos por qué aceptar su ideología. Conclusión a la que han llegado los obreros latinoamericanos luego de amargas experiencias. Si un patrón cierra una fábrica, hay opciones. Deberíamos sentarnos a discutirlas con los compañeros, pedir ayuda a los que ya pasaron por eso, y echar pa’lante, que no hay mucho que perder.
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