Artículo de Rafael Cid sobre la reciente huelga de funcionarios de Justicia y la consolidación del sindicalismo vertical en España.
La irrupción humanitaria de las ejecutivas de CCOO y UGT para sofocar la huelga de los funcionarios de Justicia tras más de 62 días de conflicto evidencia la fachada oligárquica de los llamados sindicatos representativos en España. Nada diferente, por otro lado, del sesgo antidemocrático que van tomando sus respectivos referentes partidistas, PSOE e IU, que juntos y revueltos muestran un panorama retro propio de otros tiempos. Es como si la democracia orgánica del sistema político franquista y su sindicato vertical hubieran vuelto por sus fueros.
El rasgo común en ambos casos es ningunear a las bases, pobriños. O sea, utilizar el voto de los representados para obtener el escaño o el puesto sindical y luego si te he visto no me acuerdo. Patrimonializando la soberanía en las cúspides de las formaciones, el partido de turno y su correa de transmisión laboral, juegan las cartas que benefician a sus intereses como casta y maniobran para aumentar su poder económico estratégico. Lo que significa tarifar los conflictos con la patronal para hacer caja y aprovechar las cuantiosas subvenciones que el Estado y los fondos europeos procuran a sus voraces aparatos. Todo al precio de traicionar a sus representantes en aquellas cuestiones de fondo que puedan poner en peligro su estatus. De victoria en victoria hasta la derrota total.
Hoy nuestros sindicatos mayoritarios han secuestrado la voluntad de los trabajadores. Como hiciera el sindicato vertical nacionalsindicalista otrora, sus dirigentes constituyen una nueva clase que interpreta las reivindicaciones de la población asalariada como una oportunidad de negocio gracias al mecanismo legal que les hace tutores exclusivos de sus reclamaciones. CCOO y UGT son estructuras mastodónticas que poseen inmobiliarias, aseguradoras, residencias vacacionales, acciones y otros muchos activos (ver el reciente ejemplo en Valladolid con Vintra, promotora de CCOO, implicada en la subida del 15% en el precio de las VPO y que CNT Valladolid ha denunciado públicamente) , pero su credibilidad ante la opinión pública y sus afiliados es inversamente proporcionalidad a su ingente crecimiento burocrático.
Que episodios como el bochornoso descubrimiento de la fortuna oculta de María Jesús Paredes, la secretaria general de la Federación de Banca de Comisiones Obreras, no hayan hecho saltar todas las alarmas entre las huestes de Fidalgo, sino todo lo contrario, es un signo evidente de hasta donde ha llegado la degradación y el autismo moral en sus crápulas cúpulas. Claro que en el pecado llevan la penitencia. Algo estará pasando bajo las flamantes candilejas cuando los tinglados mediáticos de control, fidelizados por CCOO y UGT, no consiguen silenciar el goteo de huelgas de carácter asambleario (“salvajes”, llamaba el verticalismo franquista a plantes de acción directa como el de los conductores de autobuses de Barcelona) que cada vez se prodigan más. Incluso, los intentos de reventarlas recurriendo al sucio expediente de mostrar a sus promotores como la kale borroka del movimiento sindical, como hizo torticeramente Telemadrid con la de la limpieza en el metro de la capital, han tenido en ocasiones un efecto bumerang.
Habrá que estar atentos a la forma en que maniobren las ejecutivas de cocos y ugetistas, ¡caretas fuera, culo en pared!, ante el estallido de la crisis del sector inmobiliario presentada hasta ahora casi como un resfriado pasajero sin consecuencias. Cuando el desplome del ladrillo, industria auxiliar y servicios, con su secuela de parados de larga duración, emigrantes a la deriva y descenso brusco de la capacidad adquisitiva familiar se junten con la implosión del pago usurero de unas hipotecas por inmuebles quebrados vendrá el momento de la verdad. Ahí se verá la catadura real de un sindicalismo nacido de aquellos Pactos de La Moncloa del 77 que instauró el modelo vigente de contención salarial por debajo de la inflación y los beneficios salariales y que, como en el caso del saqueo de Banesto por Mario Conde, cuando más encumbra a los jefes más despeña a los trabajadores. Como Robin Hood, pero al revés.
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