Cada semestre se están aplicando incrementos a las tarifas y se nos está bombardeando a través de los medios sobre la necesidad de esas subidas, de lo ruinoso del negocio de las compañías eléctricas y de que supuestamente estamos pagando la electricidad por debajo de su valor por culpa del llamado déficit tarifario.
Pero… ¿Qué es realmente el déficit tarifario? ¿Cómo funciona realmente el Mercado Eléctrico Español? ¿Si tan mal negocio es el Mercado Eléctrico Español, por qué cada vez más empresas extranjeras compiten por comercializar en nuestro país? ¿Cómo es posible que las compañías eléctricas cierren sus años fiscales con beneficios de hasta 7.000 millones de euros? En las siguientes líneas intentaremos dar respuesta a todas estas preguntas.
El Mercado Eléctrico Español y el déficit tarifario
En los primeros años del segundo milenio, el gobierno que aún presidía Jose María Aznar tomó una medida de carácter electoralista: la congelación de las tarifas de venta de electricidad a los consumidores. Otras de las excusas que dio el gobierno para legitimar dicha medida fueron: la mejora de la competitividad de las empresas españolas y la contención de la inflación por causa de la incorporación del país a la zona euro. Por supuesto, como muchas otras medidas tomadas por diferentes gobiernos, dicha política resultó completamente desastrosa.
Las tarifas de venta se congelaron, sin embargo, los costes de generación y los peajes de acceso se mantuvieron en aumento, siendo superiores incluso a los precios de venta. Se empezó a generar una deuda que se iba retroalimentando año tras año (deuda conocida hoy como déficit de tarifa), que por supuesto, fuimos contrayendo los consumidores de energía con las compañías eléctricas y que no deja de crecer, incluyendo, como no, intereses de demora. Esto es, lo que nos cuentan los periódicos, los programas de noticias en radio y televisión, lo que nos llega de nuestros «representantes democráticamente electos». Más adelante profundizaremos.
La Ley 54/1997 y los Costes de Transición a la Competencia (CTC)
Antes de todo ello, se publicó en España la Ley del Sector Eléctrico (Ley 54/1997) atendiendo al proceso de liberalización del sector impuesto por la economía de mercado de la Unión Europea. Las empresas productoras de electricidad con fuentes de energía convencionales (nuclear, hidroeléctrica y carbón) presionaron al regulador diciendo que los precios de venta en el mercado mayorista bajarían y que eso imposibilitaría la recuperación del capital inicial invertido. Dicha presión surtió efecto. El gobierno creó una partida de costes que se incluyó en la tarifa eléctrica de venta para así resarcir a las grandes corporaciones de las «posibles pérdidas» que podrían generar las centrales eléctricas construidas antes de 1997. Así se crearon los Costes de Transición a la Competencia (CTC), que permitían amortizar por completo todas las inversiones realizadas, estableciéndose un pago máximo total de 8.600 millones de euros. Como hemos dicho antes, esta política solo sirvió para acelerar de forma artificial la amortización de los medios de producción de las compañías eléctricas, ya que los precios de mercado se incrementaron (en lugar de reducirse como ellas vaticinaban). Finalmente, el gobierno canceló anticipadamente esta medida en 2006 con un importe total pagado cercano a los 12.000 millones de euros, un 40% más del máximo estipulado. El negocio les salió redondo, amortizaron con total celeridad todos sus activos, y además, se beneficiaron de un superávit que jamás nos fué restituido a los consumidores.
Mientras tanto, el llamado déficit tarifario seguía acumulándose (el volumen alcanzado en 2009 era de 15.000 millones de euros). Las compañías eléctricas han utilizado dicho dato para seguir presionando con fuerza al ejecutivo beneficiándose así de favores en forma de concesiones de prórrogas de explotación de centrales hidroeléctricas y nucleares. Dichas instalaciones que quedaron completamente amortizadas de forma acelerada con el importe recaudado gracias al CTC, se convirtieron en la gallina de los huevos de oro, el pelotazo del siglo.
Costes reales de producción: la gallina de los huevos de oro
Los costes de producción son de 3 €/MWh (megavatio hora) para la hidráulica y 18 €/MWh para la nuclear, si consideráramos sus respectivos costes de amortización (que recordemos quedaron satisfechos de forma acelerada gracias al CTC) deberían de ser de 39 €/MWh y 44 €/MWh respectivamente. Sin embargo, nosotros pagamos en nuestras facturas el MWh a más de 120 de euros. ¿Cómo es posible entonces que nos hablen de que existe un déficit tarifario? La respuesta a esta pregunta responde al erróneo diseño de un mercado falsamente liberalizado y que a día de hoy se encuentra completamente monopolizado. Aquí es donde empieza la recolección de huevos de oro.
Las empresas productoras de electricidad, la venden en el mercado mayorista (que técnicamente es llamado «pool») a las empresas distribuidoras que se encargan de suministrarlo a las comercializadoras que son, en última instancia, quienes se la venden al usuario final. Obviamente, hay formas más baratas que otras de producir electricidad, por ejemplo, la energía nuclear es más barata que la producida por carbón o gas pero más cara que la hidroeléctrica. Como es lógico, el total de la producción de electricidad hidroeléctrica no puede abastecer al 100 % de las necesidades de consumo, por lo que, por lógica, se debería cubrir la demanda sobrante con la energía nuclear y así sucesivamente con la solar, eólica, carbón y el gas, etc, etc.
Los consumidores demandamos electricidad de un sistema que no la acumula, es decir, se produce en relación a la demanda. La energías que primero entran en el mercado mayorista son la nuclear y la hidroeléctrica, que son energías de producción continua, después las renovables (por ley). Si la energía ya aportada al pool no alcanza para cubrir la demanda, ésta se completa con electricidad proveniente de centrales basadas en otras tecnologías de producción. Así que es el último KWh vendido en el mercado mayorista, el que fija el precio de venta para toda la electricidad comercializada. Para entendernos, tanto la electricidad hidroeléctrica como la nuclear, cuyos costes, recordemos, fueron artificialmente reducidos gracias a los CTC y la Ley 54/1997, se están vendiendo a los precios de la generada con gas natural, muchísimo más cara. Ahí está la gallina de los huevos de oro. Entonces… ¿De dónde sale el puñetero déficit tarifario?
El engaño del déficit tarifario
El precio de venta al público de la electricidad está regulado y fijado por la Dirección General de Política Energética y Minas, que establece las TUR (Tarifas de Último Recurso). Supongamos que el precio real del MWh producido por tecnología hidroeléctrica es de 4 €/MWh y el producido por gas natural es de 90 €/MWh. A eso añadamos un coste de 30 €/MWh en concepto de distribución y otros 10 €/MWh en concepto de «varios».
Precio real de energía hidroeléctrica: 4 + 30 + 10 = 44 €/MWh
Precio real de energía por gas natural: 90 + 30 + 10 = 130 €/MWh
Supongamos que el precio de venta al público se ha fijado en 120 €/KWh (80 euros de producción más gastos derivados de la distribución y otros) en lugar de los 130 euros que debería costar el MWh de la electricidad producida por gas natural. Como el precio en el pool (mercado mayorista, recordemos) lo fija el último producto vendido, es decir, la energía producida por gas natural, los productores de este tipo de energía le están perdiendo (recordemos que todo esto es un caso hipotético para demostrar el funcionamiento del sistema) 10 euros por cada MWh vendido a su producto. Pero el de las centrales hidroeléctricas, que es un «espabilao», argumenta que, puesto que a él también se le imputan unos costes de 130 €/MWh pero vende a 120 €/MWh, se le está creando un déficit generado por la tarifa regulada de 10 €/MWh, cuando realmente lo que ocurre es que esta ganando 76 € por cada MWh que vende.
Cualquier que haga sumas y restas sabrá que esto es así, pero el regulador se vuelve a apiadar (como con las CTC) del «pobre productor» y acepta que se le adeudan esos 10 €/MWh. Cuanta más energía vende el productor más gana y además, incrementa el importe de lo que «se le adeuda». ¿Y quién es en última instancia quien paga ese importe adeudado? Pues quien va a ser, el usuario final, que además se ve obligado a abonar los intereses con demora con los que el producto va cargado, sin olvidarnos de que fue el pueblo el que sufragó los gastos de los medios de producción utilizados para generar el producto (Ley 54/1997 y CTC) con el dinero del erario público que salió de sus impuestos. Pero lo peor es que las empresas distribuidoras y comercializadoras del producto son todas filiales de las grandes empresas productoras, quedando la cadena de valor copada por las mismas multinacionales. A esto es a lo que llaman liberalización del mercado. .
Conclusión
Los usuarios estamos soportando una deuda ficticia con las compañías eléctricas (especialmente, y por cuestiones de volumen, con Iberdrola y Endesa) generada por defectos en el diseño del mercado. Esta deuda la avalamos con nuestro patrimonio (impuestos) y encima nos hacemos cargo de sus intereses de demora. El déficit tarifario, que es tan sólo un déficit regulatorio creado artificialmente, asciende hoy en día a más de 18.000 millones de euros (importe superior a lo que el Gobierno pretende recortar con sus planes de ajuste: tijeretazo, recortes en gasto público, bajada de sueldo a funcionarios, reforma laboral, recorte de pensiones). Por si esto no fuera suficiente, las compañías eléctricas a las que les hemos pagado sus medios de producción siguen vendiendo la mierda a precio de caviar, obteniendo de esta forma unos ingentes beneficios por valor de más de 3.500 millones de euros anuales. Así es posible que Endesa haya triplicado sus beneficios en el primer trimestre del presente año hasta 1.535 millones de euros, y que Iberdrola haya superado los 2.800 millones de beneficio neto en 2009. Claro, todo gracias a que un ladrón creó las condiciones para que esta situación se produjese (el gobierno de Aznar con el PP), a que otro las mantenga (el gobierno de Zapatero con el PSOE) y a que 46 millones de españolitos paguemos sin rechistar.
Eso sí, además tenemos que aguantar, como no, que se nos llame «antisistema» o, directamente, «hijos de puta», por no sentirnos orgullosos de ser españoles cuando conocemos los datos de lo bien que cotizan «nuestras» empresas en la bolsa y el beneficio que adquieren. En fin, viendo de donde salen esos beneficios, preferimos ser unos «antisistema hijos de puta» antes que unos «orgullosos y patrióticos gilipollas».
Artículo elaborado por Óscar Campos, Secretario General de CNT Jaén
Referencias utilizadas para la elaboración de artículo:
http://www.omel.es/frames/es/index.jsp
http://www.soitu.es/soitu/2008/10/20/medioambiente/1224525442_722032.html
http://www.revolucionenergetica.info
http://www.laverdadfotovoltaica.es/index.php/culpable-del-deficit-tarifario
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