Durante las pasadas jornadas organizadas por el Bloque Crítico sobre la memoria de las luchas populares de las últimas décadas fue inevitable que además de mirar al pasado se comparara con el presente. En varias exposiciones se aludió al problema de la juventud y al hecho incontestable de la falta de implicación de la población más joven en organizaciones combativas con respecto a las luchas del pasado.
En la última jornada de debate, sobre presente y futuro de las luchas, el ponente de CNT intentó hincarle el diente a ese problema de la falta de implicación de la juventud en el movimiento popular y más en concreto en el sindicalismo. Aquí recogemos las ideas fundamentales de la intervención.
Para poder entender por qué la juventud actual no tiene el protagonismo en las luchas que tenía en el pasado hay que analizar por un lado la realidad material de este sector de población y por otro las características de las luchas de hoy, para ver como se relacionan ambos elementos: juventud y lucha.
Sobre las bases materiales de la juventud de hoy, son de subrayar 3 aspectos:
- El factor demográfico: El hecho de que en las últimas décadas se haya producido un envejecimiento acelerado de la población significa que la juventud representa cada vez un porcentaje menor del cuerpo social. En la mayoría de provincias castellanas esto es muy acusado y en Valladolid esto se puede ver mitigado por el centralismo de las instituciones y la industria existente, pero los datos ahí están: la media de edad en la capital es de 45 años. Este hecho no solo supone que haya menos jóvenes y que su peso dentro de la sociedad sea menor, sino que afecta a la estructura de las familias y a las relaciones familiares que tiene la juventud, muy distintas a las que se tenían hace décadas cuando se tenía 4 o más hermanos en cada casa. En este sentido, la juventud está mucho más arropada, dado que es mucho más común tener parientes mayores vivos (padre y madre, tíos, abuelos…) con lo que eso supone materialmente: una mayor «red» sobre la que caer. No en vano en los años de la crisis la pensión de muchos jubilados se hicieron cargo del mantenimiento de hijas y nietas.
- La composición de clase: Sobre la evolución de la composición de clase y el efecto que esta tiene sobre la juventud tal vez lo más relevante sea la tendencia a la sobreformación. En general en los países del centro capitalista la clase trabajadora ha ido teniendo mayor acceso a instituciones educativas, en parte por la necesidad por parte de las empresas de cuadros técnicos. Con los años, al satisfacer la necesidad de cuadros técnicos las empresas han devaluado la formación, con mecanismos de competencia y mercado, degradando las condiciones de trabajo y obligando a competir a las propias instituciones educativas entre sí.
Esta situación se traduce en dos cosas:
- unas expectativas que sobrevaloran la «vocación profesional»
- la desconexión entre la realidad laboral y las opciones vitales de la juventud, dado que las condiciones laborales de las “profesiones vocacionales” están degradadas, dentro de un marco de precariedad general.
De ahí que la gran mayoría de la juventud pique el anzuelo de la precariedad, bien sea en becas «para meter la cabeza en mi sector», bien sea en curros de mierda «en lo que me sale algo de lo mío». El problema de esta década, a diferencia de las anteriores, es que la precariedad es infinita y está en todos los sectores, por lo que ya no hay un periodo de formación precario que precede a un puesto de trabajo estable.
- El impacto tecnológico: El impacto de determinadas tecnologías en la sociabilidad de las generaciones más jóvenes es indiscutible y es importante resaltarlo porque afecta mucho a las relaciones sociales que se establecen luego, lo que es importante para valorar la relación de la juventud y las organizaciones de tipo social. En este sentido el factor más importante es la mediatización total de las relaciones sociales, bien por medio de plataformas digitales (redes sociales) bien por medio por empresas de comunicación. Esta característica de la sociedad actual hace que las relaciones de centro de trabajo, de vecindad, de centro de estudios y esas relaciones de cercanía que en épocas pasadas eran determinantes ahora pierdan peso, lo que explica la potencia de algunos elementos para influir en la juventud (youtubers, influencers, programas de TV…) frente al declive de otros (organizaciones políticas, asociaciones, familias…)
Estas características materiales de la juventud tienen causa y efecto sobre características culturales que también son distintas respecto de otras épocas:
- Individualismo: El efecto de una cultura dominante centrada en el individuo se ha agravado hasta el punto de producir enormes problemas de salud mental en la población que ha interiorizado el aislamiento. El efecto entre la juventud de la frustración de las expectativas vitales se lleva como una carga personal y eso deriva en una serie de incidencias psicosociales que se extienden como una pandemia y que tienen su traducción cotidiana en el acoso laboral, el estrés, la ansiedad…
- Del mito del progreso al cataclismo: En las últimas décadas la cultura dominante ha pasado de basarse en el progreso personal ilimitado, el mito del hombre hecho a sí mismo que todo lo puede, al mito del apocalipsis y el sálvese quien pueda. A esto responde el boom de películas sobre el apocalipsis zombi, como ejemplo del impacto que la crisis global de 2008 ha dejado en la ideología de nuestra época. El sistema se dibuja a sí mismo como insuperable una vez más, y hace que sea más asequible pensar en el fin del mundo que en el fin de este mundo. Por descontado, que ante ese fin del mundo la solución es una salida individual excluyente.
- La transición completa: A nivel de las españas, durante las últimas décadas ha habido una serie de cambios culturales que cada vez está más consolidados. Entre ellos lo más destacable es el asentamiento total de la transición y por tanto de la democracia española. La normalización de los símbolos del estado mediante el deporte, la pacificación electoral de los conflictos sociales y la proyección de la política sólo en la dimensión estatal son los 3 síntomas de que la juventud ha interiorizado los valores de la transición. Esto explica muchos comportamientos de la juventud, especialmente respecto de los conflictos políticos y sociales.
Con esta situación el principal reto de las luchas sociales es ofrecer algo útil para poder interesar a esta juventud y así revertir la tendencia individualista y conformista. La idea fundamental de las luchas sociales, sindicalismo incluido, es que no hay soluciones individuales a problemas que son colectivos y eso choca con todo lo que rodea a la juventud de hoy, tanto con su realidad material como con su realidad cultural. Si este es el principal problema vamos a ver como lo podemos abordar desde el sindicalismo:
- Comunicar mejor: En muchas ocasiones, simplemente comunicar. En una sociedad mediatizada como la que presentamos comunicar no es tan sencillo como editar un periódico o mantener un portal web, sino que hay que saber insertar el mensaje en los circuitos por donde circula la información. Esta tarea se lleva intentando por varios agentes culturales, políticos y en menor medida sindicales sin que podamos contar grandes éxitos. El alza de Podemos se puede ver como un ejemplo de comunicación eficaz aprovechando un momento de caída de las movilizaciones en 2014, como también debe verse el ejemplo de derrota comunicativa en 2017. Otra opción es practicar la sociabilidad directa, en los centros de trabajo, en los centros de estudio, en los barrios… lo cual es un trabajo de hormiguitas, yendo de persona en persona y venciendo sus prejuicios uno a uno. Sin duda la segunda vía es la idónea porque establece canales mucho más firmes y que conocemos mejor, pero al movimiento sindical normalmente le sobran causas urgentes como para plantearse tejer redes de comunicación directa en los puestos de trabajo.
- Conectar con la sensibilidad de la juventud: En este sentido el sindicalismo tiene que ser consciente del valor que la juventud da al trabajo: el trabajo es una condena por la que hay que pasar hasta llegar a «la profesión«. Esto genera una dualidad: por un lado trabajos donde nos da igual lo que pase porque «en cuanto pueda me voy de aquí y que les jodan» y por otro lado trabajos en los que no se quieren follones porque «mucho me ha costado llegar aquí«. Es necesario empatizar desde el sindicalismo con esta situación, sin tampoco justificar actitudes miserables. Empatizar con esta situación significa que tal vez no se puede plantear la confrontación directa en todo momento y toda situación, y sin embargo sí se pueda alentar a la solidaridad. Partiendo de la base del individualismo imperante, se tienen que plantear abiertamente los beneficios individuales que obtenemos de participar de luchas sociales solidarias. Por ejemplo: respaldar a una organización sindical combativa es mejor que respaldar una organización sindical traidora, porque cuando tengas un problema la respuesta va a ser más contundente y no te van a dejar tirado.
- Combatir los mitos sobre el empleo: Por supuesto hay que revisar la ficción que envuelve el empleo como si fuera una fuente de realización personal. «Trabaja en algo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día más» es el ejemplo perfecto de esta ficción. Tenemos que combatir la idea de que es mejor currar 12 horas por un sueldo de mierda en un trabajo supercreativo y estimulante antes que hacer tus horas (y ni una más) en un curro cualquiera que te permita tener tiempo libre y recursos suficientes para realizarte. De la mano de esto está necesario defender la idea de que en todos los puestos de trabajo hay explotación y en consecuencia en todos los empleos que tengamos tendremos que defender, ejercer y ampliar nuestros derechos.
- Romper con la delegación de los conflictos: Existe una creencia según la cual lo político es algo que se hace en Madrid y para lo que votamos cada 4 años mientras que lo que te pasa en la empresa es algo personal entre tu jefe y tú. Esto es consecuencia de la percepción pacificada y ciudadana que tiene de manera mayoritaria la juventud, en un entorno en el que las relaciones laborales están completamente despolitizadas y rehenes de supuestos criterios técnicos que tenemos que cuestionar constantemente con una teoría crítica que sea capaz de salir de los libros y las universidades.
A la vez se espera que haya alguna institución que medie y nos ampare cuando se comete una injusticia. Sin romper bruscamente con esa percepción, no es complicado hacer de los sindicatos revolucionarios la institución fundamental a la que acudir frente a unas instituciones estatales lentas y arbitrarias y un bipartito sindical interesado y ajeno a nosotras, pero para ello hay que cuidar la percepción que se tiene de los sindicatos y enfocarla hacía ser un respaldo sincero cuyo único interés es contar con el mayor número de solidaridad que movilizar.
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