MANIFESTACIÓN
Sabado 17 de Noviembre
Plaza de la Universidad (Ver mapa)
19:00 Horas
Una vez mas, manos fascistas han derramado por las calles de Madrid la sangre de un inocente. Carlos Javier es el último del incesante goteo de víctimas de la ultraderecha española. El mejor homenaje que podemos rendirle a él y a tod@s aquell@s que han caído por el simple hecho de aspirar a vivir libres, es analizar seriamente las causas de su sacrificio. Para ello es necesario mantener la cabeza fría y no dejarse llevar por explosiones ciegas de venganza que sólo pueden llevarnos a caer en errores que serán aprovechados inmediatamente por quienes odian la libertad.
Una de las muchas cosas que diferencia a l@s anarquistas de l@s autoritari@s es que nosotr@s no buscamos venganza. Comprendemos que estos sucesos son consecuencia directa de este sistema. Sabemos que sólo eliminando la raíz podremos acabar con sus indeseables efectos.
Cualquiera que siga el desarrollo de los hechos tal y como nos los cuentan en los media, tendrá la impresión de que nos hallamos ante un fenómeno propio de los últimos años (tribus urbanas, neonazis, etc…). Sin embargo el asunto es viejo, muy viejo. De hecho es sospechosamente parecido a la forma de actuar de l@s jóvenes nazis, fascistas o falangistas de las décadas de los 20 y los 30 del siglo pasado. Hasta la circunstancia de que el asesino fuera un profesional del ejército español resulta significativa. Sólo la pérdida de nuestra memoria histórica puede hacer que pasemos por alto estos hechos.
En esta «sociedad del siglo XXI», donde todo suena a modernidad, al sistema le interesa que la palabra fascismo, nos parezca un término trasnochado. Pero nada más lejos de la realidad. No sólo no es algo obsoleto sino que en los últimos años, la derecha de cara más «democrática» está perdiendo su complejo franquista y lleva tiempo reivindicando su pasado. Así vemos todo un tinglado de pseudo-historiadores reescribiendo la historia (más falsa aún que la primera versión que nos dieron). Fundaciones como la FAES, periodistas, políticos… apoyando teorías revisionistas que falsean la historia, defienden el fascismo de hace 70 años, y arengan a sus seguidores hacia posturas cada vez más reaccionarias. Todo esto sin mencionar a grupos minoritarios que se reivindican como ultraderecha propiamente dicha.
Al mismo tiempo, y en aras de la «reconciliación nacional» no piden, sino que exigen que l@s perdedor@s de la guerra civil, l@s niet@s de l@s fusilad@s, exiliad@s y represaliad@s dejemos en el olvido todos los abusos, ofensas, asesinatos y aberraciones de que fuimos objeto por su parte.
Es muy lógico que así ocurra. El conocimiento de la historia es una pieza básica para comprender nuestro presente. Nuestra historia nos enseña que el fascismo no es más que la forma más violenta del capitalismo. Los grandes empresarios, banqueros y políticos «democráticos» dan rienda suelta a los elementos más reaccionarios de la sociedad cuando necesitan reprimir las ansias de liberación de las clases más bajas.
Esta misma historia nos muestra que, precisamente estos personajes que ahora claman contra la recuperación de nuestra memoria, al mismo tiempo que manejan grandes empresas y aspiran a gobernar nuestro país, llevan los mismos apellidos que l@s asesin@s que desataron la más grande tragedia de nuestro país en los últimos siglos.
De esta forma comprendemos también que el antifascismo carece de sentido si no forma parte de un movimiento más grande. Para ser antifascista no basta con ser de una pandilla de amig@s que va los fines de semana a enfrentarse con otra pandilla que se reclame fascista. Sólo quien lucha con vistas a una transformación profunda de la sociedad. Sólo quien aspira a caminar hacia un mundo sin explotados ni explotadores, sin privilegios de clase o de casta. Sólo quien aspira a borrar cualquier rastro de autoritarismo y en definitiva, sólo quien trabaja seriamente por un cambio revolucionario de la sociedad puede ser considerad@ antifascista.
Al menos Carlos Javier tendrá un entierro digno, sus familiares sabrán dónde descansan sus restos y nadie podrá negar las circunstancias que rodean su muerte. La mayoría de las víctimas del fascismo en este país no puede decir lo mismo. El trabajo serio, meditado y firme por una sociedad justa es el mejor acto que podemos llevar a cabo en su memoria.