Los gobiernos que durante años apoyaron y armaron a Gadafi al igual que hicieron con otros regímenes como el de Mubarak en Egipto o Ben Alí en Tunez no tienen ninguna credibilidad.
CNT rechaza el inicio de bombardeos contra Libia y la participación del gobierno español en los mismos.
Esta nueva guerra no hará sino agravar la situación del pueblo libio, como ya pusieron de manifiesto intervenciones similares en Yugoslavia, Afganistán o Irak. Al igual que en estos países, las razones humanitarias esgrimidas no son sino la pantalla de hipocresía y cinismo tras la cual se esconden los descarados intereses de las elites capitalistas en su rapiña de los recursos energéticos del planeta.
Las intervenciones militares arrastran siempre un reguero de víctimas civiles, destrucción de infraestructuras y desorganización de los servicios públicos fundamentales, provocando en definitiva sufrimiento y muerte a la población civil en beneficio de las elites de turno.
Amparados en una ONU y en un Consejo de Seguridad sin legitimidad alguna, las potencias capitalistas solo pretenden asegurar el acceso al petróleo y el gas libio, a la vez que tratan de recuperar el dominio de una zona vital, dominio que se ha visto cuestionado por las sucesivas revueltas populares de los últimos meses.
No deja de ser paradójico, que esta guerra cuente con el apoyo y participación de la Liga Árabe, compuesta por gobiernos en su mayoría tan dictatoriales como el libio, con muchos de ellos aplastando en estos mismos momentos revueltas populares en sus países (Arabia Saudí, Bahrein, Yemen, Marruecos, etc).
Muchas de estas revueltas han tenido en sus orígenes un importante componente social, de oposición a las políticas económicas impuestas por instituciones capitalistas como el FMI y sus consecuencias de paro, alza del precio de productos básicos, privatización de servicios públicos, etc, con un fuerte protagonismo de las luchas obreras, poniendo en marcha experiencias de autogestión y organización popular, que ahora se intentarán silenciar y redirigir hacia cambios institucionales que no cuestionen el orden social y económico capitalista.
Ninguna credibilidad pueden tener los gobiernos que durante años apoyaron y armaron a Gadafi al igual que hicieron con otros regímenes como el de Mubarak en Egipto o Ben Alí en Tunez. Ninguna confianza deberían inspirarnos quienes continúan apoyando a regímenes igualmente dictatoriales y brutales como el de Marruecos, Arabia Saudí o Israel.
Nada deben esperar por tanto los trabajadores y trabajadoras de una orilla u otra del Mediterráneo de las elites capitalistas occidentales ni de las elites árabes a su servicio, sólo obtendrán colonialismo económico, depredación de sus recursos y políticas económicas neoliberales bajo el envoltorio de reformas democráticas formales y desde arriba, mientras en nada afecten al orden económico y social.
Igualmente nada han aportado a los trabajadores los planteamientos nacionalistas y militaristas, envueltos en demagogia revolucionaria como los que durante años agitaron los Gadafi y quienes les apoyaban, que ninguna simpatía nos suscitan y tras los cuales solo se esconde el más descarado capitalismo de estado, la dictadura y la corrupción.
La política de guerra en la orilla sur del Mediterráneo, no es sino el reverso necesario de las medidas de ajuste y recorte de derechos en Europa, impuesta por elites decididas a recuperar sus beneficios, haciendo recaer los efectos de la crisis económica con toda su dureza sobre las clases trabajadoras, mientras se asegura el acceso a los recursos y aumenta la militarización de un espacio vital para gestionar las tensiones que el avance de la crisis económica, ecológica y social no harán sino aumentar.
No en vano figuras como Gadafi han jugado un papel fundamental en el control de los flujos migratorios de trabajadores africanos hacia Europa, al servicio de las elites que sufragan sus centros de internamiento de trabajadores, política que la militarización de esta zona no hará sino reforzar levantando un nuevo muro, reforzando la xenofobia y el fascismo.
En España, el gobierno del PSOE lanzado en la cuesta abajo de poner en marcha aplicadamente las sucesivas contrarreformas y medidas antiobreras y antisociales exigidas por una Europa al servicio del capital, se destaca ahora en la participación en esta guerra, para la que no hay problemas de financiación, al contrario de lo que ocurre con los servicios públicos y los gastos sociales.
Así, el gobierno, además de posicionarse en el nuevo escenario del norte de África y asegurarse acceso al reparto de sus recursos, desvía la atención sobre la cruda realidad social de precariedad y paro a la que nos enfrentamos la clase trabajadora consecuencia de sus políticas económicas.
Una vez más, como ocurrió con la firma del último pacto social, cuenta el gobierno del PSOE con la complicidad y el apoyo de CCOO y UGT y otras fuerzas de la izquierda institucional, a la vez que ultiman la reforma de la negociación colectiva, nuevo ataque a los derechos de los trabajadores al servicio del Pacto del Euro.
Llamamos a los trabajadores a apoyar las revueltas obreras en el norte de África y Oriente Medio, oponiéndose a las injerencias militares, apoyando desde una perspectiva libertaria las experiencias de autoorganizacion, apoyo mutuo y acción directa, oponiéndose al gasto militar y a la preparación de la guerra.
Es especialmente necesaria la solidaridad con los trabajadores migrantes y la lucha contra las fronteras, exigiendo libertad de movimiento, iguales derechos y el fin de los centros de internamiento y las leyes de excepción en ambas orillas del Mediterráneo, reclamando la acogida de todos los refugiados de las guerras, hambrunas y persecuciones.
No hay mejor solidaridad que rebelarnos nosotros mismos en Europa contra las elites capitalistas cuyo único programa es la guerra, el recorte de derechos, la rapiña y la destrucción ecológica como única vía para prolongar un capitalismo en crisis permanente, desenmascarando a quienes desde la izquierda y el sindicalismo institucional apuntalan un sistema sin futuro.
Las clases populares del mundo árabe han demostrado la posibilidad de enfrentarse a regímenes y realidades que se pensaban inamovibles, sigamos su impulso y no dejemos que la guerra sea la respuesta a la esperanza de un cambio revolucionario a ambos lados del Mediterráneo.
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