La CNT Valladolid y sus afiliadas somos plenamente conscientes del desastre ecológico y medioambiental que enfrenta nuestra sociedad y que amenaza nuestra salud y calidad de vida en el mejor de los casos o nuestra misma supervivencia como especie en el peor de ellos.
Del mismo sabemos que el desastre medioambiental en ciernes tiene su origen en el productivismo industrial irracional del modelo socioeconómico capitalista neoliberal del que somos víctimas en todos los aspectos, que abarcan desde la explotación laboral que sufrimos para su desarrollo, hasta las enfermedades, cánceres y dolencias que sufrimos derivados del coste medioambiental y para la salud de dichas actividades cuando se desarrollan primando satisfacer el beneficio económico en lugar del bienestar social.
Seña de identidad propia de este productivismo industrial capitalista son el despilfarro de los recursos naturales, tanto energéticos como de materias primas, la emisión de agentes contaminantes dañinos y la generación de vastas cantidades de residuos de difícil gestión, entre otros.Todo ello sin tener en consideración las consecuencias medioambientales.
También es característico de este irracional sistema productivo el crecimiento constante e insostenible de la producción de bienes; superfluos en unos casos y en otros enfocados a un uso individualizado y NO colectivo, lo cual maximiza el número de unidades vendibles producidas y por tanto los beneficios empresariales (este es el caso, por ejemplo, de los coches para el transporte). Todo ello sin atender el coste en las ingentes cantidades de recursos energéticos y materias primas necesarias, resultando un sistema del todo ineficiente.
Del mismo modo y con objeto de alimentar de forma continuada en el tiempo los beneficios empresariales se implanta la máxima capitalista de fabricar bienes no fiables o poco robustos con una vida de utilización limitada de forma que deban ser sustituidos o renovados cíclicamente reportando nuevos beneficios económicos a la estructura capitalista y atrapándonos en jornadas de trabajo sin fin que esclavizan nuestra existencia.
El desastre medioambiental incluye, entre otras cosas:
- contaminación desenfrenada derivada de métodos extractivos ecocidas de los recursos naturales y materias primas, abarcando desde el fracking a la minería a cielo abierto sin control que destruyen el entorno y los acuíferos que le dan vida
- la deforestación y destrucción directa de hábitats naturales por el fuego o por la maquinaria, para implantación de pastos o intereses especulativos de la construcción y el turismo
- implantación de cementerios de residuos tóxicos y vertederos de los bienes desechados que resultan en focos de enfermedades y contaminación ambiental, química, etc.
- el uso intensivo de los vehículos de motor de combustión en nuestras ciudades cuyos gases contaminantes deterioran nuestra salud
- la sobreexplotación y contaminación de los hábitats marinos
- los vertidos y emisiones industriales descontrolados de contaminantes destructores del entorno
- el gasto energético necesario para la sobreproducción característica de este sistema
Todas estas actividades, muchas de ellas desarrolladas en condiciones insalubres y de explotación, destruyen la salud de los trabajadores que las realizan y la de los habitantes del entorno directamente afectado, especialmente en países con legislación ambiental y laboral más laxa donde nuestras empresas desarrollan su actividad sin restricciones.
Debemos huir del discurso que culpabiliza a las trabajadoras y a nuestros supuestos excesos de consumo a nivel individual, puesto que no somos gestores de este modelo productivo, ni se nos consulta sobre cómo, qué y en qué cantidades o condiciones producir, o que legislación y limitaciones medioambientales disponer, sino que más bien se nos bombardea mediáticamente y se nos educa cotidianamente para asumir y hacer un uso intensivo de este sistema productivo. Por tanto, somos más bien víctimas tanto en el ámbito laboral como en el de consumidor con graves consecuencias para nuestra salud y la del medioambiente.
Existe también una clara voluntad de achacar muchos de estos desastres al clima, un ente abstracto y variable por su propia naturaleza mediante el que se pretende hacer explicar cosas como el fin de la biodiversidad obviándose la contaminación y agresión directa al medio ambiente de nuestra actividad industrial capitalista, el verdadero problema y origen de todo. Cuando el clima es culpable la responsabilidad directa de las empresas y gobiernos contaminadores y destructores de los hábitats naturales y el medio ambiente parece difuminarse.
Una tesis que obvia intencionadamente tanto el verdadero origen del problema como la destrucción generada por los factores que hemos comentado anteriormente. Mucho se esfuerzan los medios de comunicación en orientarnos hacia lo que debemos pensar y en qué modo actuar, escondiendo la instrumentalización del movimiento verde en pos de sus intereses de clase, ya sean estos un cambio tecnológico en ciernes, rentable para determinados sectores empresariales, o posibilitar la limitación de la actividad industrial de potencias competidoras emergentes cuya desarrollo se basa en las tecnologías sucias de las que ya hicimos uso intensivo nosotros.
Así se explica la intervención de poderosas agencias de relaciones públicas, e incluso de formaciones políticas, en la fabricación de estados de opinión y dirigismo del movimiento. O incluso asistimos al anuncio de cierres patronales de “entidades comprometidas” de cara a la huelga del clima.
Cuando entre los actores que incitan a la protesta y a la acción se encuentran también los mismos que son responsables o cómplices del desastre ambiental, es nuestro deber cuestionar sus verdaderas intenciones y exigir transparencia, compromiso sincero y acciones directas sobre la verdadera raíz del problema.