Volvemos a la calle un 8 de marzo. Como venimos repitiendo desde años anteriores, no queremos contribuir a que el Día de la Mujer Trabajadora se convierta en una fecha simbólica y festiva, sino en una jornada combativa donde se reivindiquen las luchas que llevamos a cabo todos los días del año.
Si la precariedad laboral era grande antes, con la pandemia se ha incrementado más. Los datos hablan por sí solos: más de un 50% de personas precarias son mujeres, quienes también han hecho un 52% más de horas extras no pagadas. Miles de mujeres fueron, además, expulsadas del mercado laboral, a pesar de ser quienes estaban al frente de trabajos esenciales: en las residencias, en los hospitales o en los supermercados, entre otros. Todo ello son indicadores de que existe una doble condición de discriminación desde lo laboral y lo social. Mientras, el Gobierno “más progresista de la historia” vuelve a traicionar a la clase trabajadora y no deroga las últimas dos reformas laborales especialmente lesivas para las mujeres. Tan invisibilizado estaba el trabajo de las empleadas de hogar, de cuidados, que hemos llegado hasta 2022 sin que exista el derecho a cobrar el paro al finalizar este tipo de contratos, suponiendo una discriminación indirecta por razón de género, ya que más del 90% de las trabajadoras son mujeres, y la mayoría migrantes.
Todo esto, además, repercute en nuestras pensiones. Nosotras accedemos al mercado laboral en una situación de desigualdad. La sociedad patriarcal nos asigna el rol de cuidadoras lo que hace que tengamos que reducir nuestra jornada para poder conciliar y cuidar ante la salvaje privatización de servicios públicos. Este trabajo invisibilizado, pero imprescindible, se traduce en pensiones más bajas o inexistentes, lo que hace que tengamos que sobrevivir con pensiones mínimas y que seamos dependientes económicamente.
Somos mujeres y personas no binarias, sí, pero ante todo somos trabajadoras y consideramos que la lucha contra el patriarcado no puede desligarse de la lucha de clases.
Desde el Bloque Crítico Feminista defendemos el feminismo de clase, desde abajo y horizontal. Nuestra lucha está en poder sacar los pies del barro, desde la solidaridad y las relaciones libres en igualdad. Nuestra lucha es contra el capitalismo, el patriarcado y el racismo. Por ello nos posicionamos firmemente contra el feminismo institucional y burgués, que busca romper el techo de cristal que nos impide llegar a puestos de poder en la política y en los negocios, y obvia las condiciones laborales y de vida de las más precarias.
La lucha contra la explotación de las mujeres debe estar ligada a la lucha de clases, tanto igual si hablamos de trabajo sexual como cualquier trabajo asalariado. Pretendemos evitar establecer jerarquías entre las mujeres en relación a qué tipo de explotación están sometidas ya que forma parte de una condición estructural y está relacionado con la posición económica y social de las mujeres. Nosotras apelamos a la autoorganización de la clase trabajadora para la consecución de una vida digna.
El llamado capitalismo morado, pretende convertir el feminismo en una moda, lo ha incorporado al mercado e introducido en las instituciones políticas, instrumentalizándolo y desvirtuando así la lucha contra la desigualdad.
Nuestra lucha es transfeminista, y estamos en contra de la imposición del binarismo de género y el sistema sexo-género, que niega que existan sexualidades y cuerpos disidentes, y que está a favor de una construcción social y un tipo de relaciones sociales que solo benefician al capitalismo.-
Queremos cerrar el comunicado con una frase que nos dejaron las mujeres zapatistas en su paso por Valladolid: ¡¡¡Que nuestra lucha no tenga fronteras!!!
¡Por un 8 de marzo feminista y combativo!