Aunque el texto debe todavía ser ratificado por el Parlamento Europeo, a la vista de los apoyos con que cuenta, es bastante probable que no haya mayor problema para su aprobación.
En las últimas semanas se ha impuesto en la sociedad el debate de las 65 horas semanales, ampliación de la jornada de trabajo propuesta por la Comisión Europea.
Aunque se ha hecho público recientemente, el asunto no es nuevo. Esta antisocial directiva venía rondando hace ya tiempo los despachos de las diferentes comisiones. Finalmente, tanto Italia como Francia, países que venían bloqueando junto a España dicha iniciativa, se han sumado al grupo favorable a la propuesta que, aunque mantiene la semana de trabajo en la ya elevada cantidad de 48 horas, permite su aumento en virtud de “acuerdos individuales” entre empresario y trabajador, pudiéndose alargar la jornada laboral hasta las 60 horas semanales, e incluso hasta las 65 horas en el caso de guardias médicas. (No nos engañemos: de todos son conocidas la presión y coacciones que puede ejercer la parte empresarial con solo sugerir al trabajador o trabajadora el despido o el traslado). Aunque el texto debe todavía ser ratificado por el Parlamento Europeo, a la vista de los apoyos con que cuenta, es bastante probable que no haya mayor problema para su aprobación.
La majadería de las 65 horas viene a dar continuidad a la “ofensiva” capitalista para conseguir aumentar los beneficios a costa de la vida de l@s trabajadores, prolongando la secuencia emprendida en anteriores reformas laborales que han supuesto el abaratamiento del despido, la exigencia de flexibilidad en la funcionalidad, la facilidad por la imposición del cambio geográfico de trabajo, la precariedad en los contratos, la implantación de las Empresas de Trabajo Temporal y un largo etcétera en el que era de extrañar no estuviese la ampliación de la jornada laboral que había estado manteniéndose en las mencionadas 48 horas semanales.
Ahora, con este nuevo ataque contra nuestros derechos como trabajadoras/es, nos encontramos ante un panorama espeluznante de graves consecuencias, tanto previsibles como imprevisibles, si no articulamos una contundente respuesta para remediarlo. Pero no nos dejemos engañar. Esta respuesta no va a venir de las “grandes centrales sindicales” y algunos partidos políticos que claman contra la medida sólo de cara a la galería, pues la experiencia de años de reformas laborales nos dice que mientras proclaman una cosa, practican justo la contraria.
En estos momentos nos encontramos con que en el conjunto del estado español es posible trabajar alrededor de ¡¡nueve horas y media al día!!, llegando al cómputo de 48 horas semanales que de momento constituye el máximo permitido aunque no sea cierto, pues las horas extras están a la hora del día y en ningún caso la empresa que supera el máximo establecido es sancionada.
Los mal llamados sindicatos, CCOO y UGT, han firmado en diferentes empresas la ampliación de la jornada laboral a esas 48 horas, a pesar de que la mayoría de la plantilla se hubiese posicionado en contra. Ahora, de forma demagógica y con total desvergüenza, hacen aspavientos de cara a l@s incaut@s para así, una vez más, acomodar sus posiciones y, una vez hayan negociado unas sustanciosas subvenciones, cambiar de criterio y pasar a explicarnos lo ventajosa que será la medida en un futuro no muy lejano, la posibilidad de la deslocalización y argumentos similares. En fin, que de estos expertos en la venta de trabajadores no podemos esperar más que el que sean correa de transmisión del capital más agresivo y violento. Únicamente hay que oír sus declaraciones sobre la inminente nueva reforma.
Si analizamos uno de los sectores de mayor siniestralidad laboral con resultado de muerte, la construcción, nos encontramos con que quién es protagonista de ese triste record lo es también de la jornada diaria de nueve horas. La lógica es aplastante, cuantas más horas de trabajo, mayor probabilidad de sufrir un accidente laboral. Por tanto es evidente que la aprobación de estas medidas no van encaminadas a mejorar la calidad de vida de los trabajadores, sino todo lo contrario. El aumento de la jornada elevaría a cifras inimaginables las muertes y accidentes en el puesto de trabajo. Directivas como la de las 65 horas semanales tienen como única finalidad el incrementar los beneficios de las empresas a costa del sudor y la sangre de l@s trabajadores/as.
Las 65 horas semanales, las 48, e incluso las 40 nos condenan a un modelo de vida comparable al del esclavo, haciendo que toda nuestra vida gire en torno al trabajo. Ante esto decimos que nos pertenece nuestra vida para elegir lo que hacer con ella, y nos negamos a que los estados digan que hemos de dedicar más horas a la actividad laboral con la única finalidad de aumentar las cuentas de beneficios de las empresas. Si en estos momentos con el número de horas que se trabaja es difícil conciliar la vida familiar con la laboral, y así lo reconocen leyes aprobadas en los últimos años como en el caso de la de “igualdad”, ¿cómo podemos ni imaginar lo que sería hacerlo trabajando 65 horas semanales? ¿Y qué de nuestros hijos e hijas? ¿Y de nuestros mayores? ¿Y de nuestra vida social? ¿Y de nuestro derecho a formarnos? Lo cierto es que empresas y políticos nos ven como pequeños robots que disfrutan de demasiado tiempo libre, unos vagos que podrían producir aún más.
Nuestra vida se reduciría así a trabajar. Si además a la jornada laboral le sumamos el tiempo empleado en ir y volver al trabajo nos daríamos cuenta que no tendríamos ni siquiera ocho horas para descansar. ¡¡De locos!!. Y más aún si como ocurre en muchas empresas, los tiempos de descanso no son computables como tiempo efectivo de trabajo. La jornada laboral puede llegar entonces a alcanzar las 67 y media. Es decir, trabajaríamos de 13 a 14 horas diarias.
Examinando esta medida descubrimos el hecho manifiesto de que los políticos, los empresarios, y los “sindicatos correa” están aliados contra todo aquello que no sea el dinero. No les importa destruir el planeta, como tampoco nuestras vidas. La internacional avariciosa y mezquina del capitalismo nos está exigiendo nuestra sangre, pero eso no es nuevo. En un pueblito de menos de cien personas, “El Escobonal” el trabajador que anunció corriendo la llegada de las ocho horas de trabajo fue el primer fusilado en julio de 1936. Su delito fue el querer vivir mejor y dar la buena nueva a sus congéneres. Los mártires de Chicago del primero de mayo de 1866, los asesinados durante la Huelga de la Canadiense de 1919, que desembocó en las 8 horas en el estado español, todas esas luchas, pagadas con sangre de trabajadores y trabajadoras, gracias a quienes ahora disfrutamos de ciertos derechos, les molestan. El gran capital (políticos, bancos y grandes empresas) exige la reposición de lo que considera orden natural de las cosas: la esclavitud para la clase obrera, la libertad para el dinero.
En estos momentos convulsos y confusos, donde nada es lo que parece y existe en la sociedad el lenguaje del desorden, la única respuesta creíble es la que desde hace cien años mantiene la Confederación Nacional del Trabajo. Y es que conviene recordar que fue la CNT la que más duramente luchó por la instauración de la jornada de 8 horas en un principio, logrando incluso reducirla a 30 horas semanales en infinidad de gremios como puertos, construcción, fábricas de tabaco, panaderías, etc. Y no fue con varitas mágicas, “mesas de concertación social” y demás zarandajas por el estilo.
Quienes integramos esta organización, la CNT, tenemos muy claro que la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos. ¿Qué saben los liberados de los sindicatos, que no están presentes en los puestos de trabajo, lo que representa perder en torno a diez horas diarias en esos puestos? La aprobación de la directiva de las 65 horas semanales te afectará más pronto o más tarde. CNT te llama a integrarte en una organización obrera donde tod@s somos trabajadores, donde las decisiones se toman en conjunto y eres dueñ@ de tu destino. Te proponemos sumarte a una organización que siempre ha luchado por los derechos de l@s trabajadores y que ante amenazas como la actual no pone la mano ni vuelve la espalda.
Ni 65 horas, ni 48, ni 40.
Por las treinta horas semanales como queríamos hace cien años, como queremos ahora.
Si no hay justicia para l@s trabajadores no habrá paz para los poderosos.
*Artículo elaborado por la Secretaría de Prensa del Comité Nacional de la CNT
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